DISPERSIONES

domingo, 10 de abril de 2011
X Por el lodazal voy dejando mi huella, (aunque no es huella, es lamento) que esgrime en el silencio inerte de un oropel terruño la canción pausada de la mañana. Necesito, en un acceso de convulsiones que idolatran el momento de sentarme en tu sombra, un bostezo blanquecino plagado de horas sin siesta; o el cúmulo de babas sobre mi pecho, o el adiós definitivo del mirlo sumido en el apogeo de la aventura. No necesito siquiera verte: me basta reconocerte, como una huella, en el desmesurado encuentro de mil olores. Del poemario La agonía de la pavesa, de Juanjo Cuenca.-
IX No albergué conciencia de tan desesperado intento: ese sombrero de paja, la hoz mezquina, rostros oscuros y quemados aguardando con el pitillo en los labios. La falda plisada de aquella mujer enjuta, donde se imaginan debajo pantalones y albarcas trenzadas; el calor, el color, el aire en un asfixio, el gorrión que levanta el vuelo, la broza que es cama. No albergué conciencia, ni me dolieron tanto los ojos como cuando te busqué y te hallé desnuda, Vega. Del poemario La agonía de la pavesa, de Juanjo Cuenca.-
viernes, 25 de febrero de 2011
VII
Tengo muchas noches tristes
en este invierno perpetuo.
Como cuando te acercabas cautelosa
apartando brazadas de hoja estéril
que crujía con el devenir del viento
y de tu cintura.
Me sentaba en la tierra,
bostezando bocanadas gélidas
que se deshacían como terruños,
volteaba tus ojos al cielo poblado
de vetas como algodón de azúcar
mientras la navaja sisaba y recortaba
trozos que son oro.
Lagartijas y otras vidas pululaban
entre los dedos de los pies
ennegrecidos por el barro.
Luego te alejabas,
altiva,
rozando con tus manos los troncos
que se abrían,
desmesurados,
para abrirte paso.
Del poemario La agonía de la pavesa, de Juanjo Cuenca.-
IV
Se arrastra a ras de suelo
ese azote ecuánime que barre
a modo de plumero versátil, tu morada.
Golpea cantos,
grillos, salamanquesas y algún sapo tardío
que ventila a través de la ventana
tu salón inquieto.
Cercena.
Separa tronco y raíces que no quisieron
abandonar esta tierra;
tierra flamígera y acaudalada
hasta este promontorio próximo...
¿Dónde se cobijará esta vida?,
(participa severa de éste, mi sueño),
¿clamará al estío por las cicatrices
que ha de lamer, fría e insaciable,
la fina hoja de esta hoz bellaca?.
Del poemario La agonía de la pavesa, de Juanjo Cuenca.-
martes, 22 de febrero de 2011
IV
Un hilillo manso,
fino, ahora que recuerdo,
me empalaga de aromas dulces.
Me entristece el lápiz de labios
marcado en la hoja:
promontorio de sales
licuadas.
Campea el gusano
ahondando la tierra fértil
entre rocas que sirvieron
de asiento mil veces.
Enhiestos me sonríen
y en el suelo,
chupones que hacen manto.
Del poemario La agonía de la pavesa, de Juanjo Cuenca.-
Un hilillo manso,
fino, ahora que recuerdo,
me empalaga de aromas dulces.
Me entristece el lápiz de labios
marcado en la hoja:
promontorio de sales
licuadas.
Campea el gusano
ahondando la tierra fértil
entre rocas que sirvieron
de asiento mil veces.
Enhiestos me sonríen
y en el suelo,
chupones que hacen manto.
Del poemario La agonía de la pavesa, de Juanjo Cuenca.-
III
Mece el aire tus brazos que claman
agua limpia que desborda la acequia
(siglo tras siglo el camino horadado)
donde ayer fuiste semilla
y hoy pugnas en el recuerdo.
Ayer fingía tu extraño roce
de broza enredando pies y manos:
tierra, piedra, agua,
agua furtiva que puebla barranqueras
y vive en el rincón más absoluto
del triste trino de la tarde.
Manto verde.
Campo negro, marrón ojerizo.
Y el destello de una gota, sublime,
a horcajadas sobre la pereza.
Del poemario La agonía de la pavesa, de Juanjo Cuenca.-
Mece el aire tus brazos que claman
agua limpia que desborda la acequia
(siglo tras siglo el camino horadado)
donde ayer fuiste semilla
y hoy pugnas en el recuerdo.
Ayer fingía tu extraño roce
de broza enredando pies y manos:
tierra, piedra, agua,
agua furtiva que puebla barranqueras
y vive en el rincón más absoluto
del triste trino de la tarde.
Manto verde.
Campo negro, marrón ojerizo.
Y el destello de una gota, sublime,
a horcajadas sobre la pereza.
Del poemario La agonía de la pavesa, de Juanjo Cuenca.-
II
No me acostumbro a no verte
mientras te deslizas, poderosa, por mi espalda
hasta el surco que abre la grieta
de mi descanso.
No me acostumbro a no empaparte,
olerte siquiera,
reprimido el bostezo de un sueño
que brilla como el sol en los ojos.
Ni me acostumbro, ni quiero:
se aleja en el morral un terrón sabio
y agridulce
que se hunde en la tierra
bajo las albarcas.
Del poemario La agonía de la pavesa, de Juanjo Cuenca.-
No me acostumbro a no verte
mientras te deslizas, poderosa, por mi espalda
hasta el surco que abre la grieta
de mi descanso.
No me acostumbro a no empaparte,
olerte siquiera,
reprimido el bostezo de un sueño
que brilla como el sol en los ojos.
Ni me acostumbro, ni quiero:
se aleja en el morral un terrón sabio
y agridulce
que se hunde en la tierra
bajo las albarcas.
Del poemario La agonía de la pavesa, de Juanjo Cuenca.-
I
Cenizas.
Lóbregos tirabuzones que se elevan
entre mi cielo
y un suelo yermo y siliconado;
obscenas pantomimas ensartadas en la retina.
Un manto verde.
Trece silencios repetidos y embadurnados
en azabache
lisonjero y mustio,
un viento cálido.
La hoja que corta.
Anhelos dentados como guadaña aterciopelada
que no es de este tiempo.
Mi tiempo.
Un tiempo dibujado con carbón
en densos remolinos.
Del poemario La agonía de la pavesa, de Juanjo Cuenca.-
Cenizas.
Lóbregos tirabuzones que se elevan
entre mi cielo
y un suelo yermo y siliconado;
obscenas pantomimas ensartadas en la retina.
Un manto verde.
Trece silencios repetidos y embadurnados
en azabache
lisonjero y mustio,
un viento cálido.
La hoja que corta.
Anhelos dentados como guadaña aterciopelada
que no es de este tiempo.
Mi tiempo.
Un tiempo dibujado con carbón
en densos remolinos.
Del poemario La agonía de la pavesa, de Juanjo Cuenca.-
miércoles, 19 de enero de 2011
MORADA INQUIETA
Morada inquieta
del destino apresurado,
del descanso explícito que babea
en tu cochambre,
leve ironía de terciopelo
que agasaja tu piel serena
de sereno brillo;
brillo sereno que tú y yo robábamos
al margen de camas tan extrañas
que nos conducían al Paraíso heredado.
No hay que buscar entre los matojos
que pusilánimes te esconden
pidiendo limosna a la vereda,
negra
renegada donde se esconden nuestras fiebres
de otoño
donde el amor oscuro aletea
negro,
como el aliento que vaticina la aurora.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Morada inquieta
del destino apresurado,
del descanso explícito que babea
en tu cochambre,
leve ironía de terciopelo
que agasaja tu piel serena
de sereno brillo;
brillo sereno que tú y yo robábamos
al margen de camas tan extrañas
que nos conducían al Paraíso heredado.
No hay que buscar entre los matojos
que pusilánimes te esconden
pidiendo limosna a la vereda,
negra
renegada donde se esconden nuestras fiebres
de otoño
donde el amor oscuro aletea
negro,
como el aliento que vaticina la aurora.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
INDÓMITA BELLEZA
Conservemos esta noche el silencio,
encendamos una vela
de exangüe muladar perplejo.
Te bebo.
Aún duermes sobre el codo de mármol
y la saliva asoma seca a tu lecho
cetrina y alcoholizada,
donde finges un hueco donde agazaparme
apurando el último sorbo de humo.
Le abro los muslos a la pereza y a la intuición.
Son como dos bocas que se rozan
sobre el púlpito de tu pecho.
Asombro me embarga y una calidez
antojada extrema:
comprendo esas voces.
Insúltame, si quieres.
Te estoy perdonando tus palabras sinceras,
la desidia, el odio.
No vuelvas la espalda enjuta
donde se pierde mi llanto.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Conservemos esta noche el silencio,
encendamos una vela
de exangüe muladar perplejo.
Te bebo.
Aún duermes sobre el codo de mármol
y la saliva asoma seca a tu lecho
cetrina y alcoholizada,
donde finges un hueco donde agazaparme
apurando el último sorbo de humo.
Le abro los muslos a la pereza y a la intuición.
Son como dos bocas que se rozan
sobre el púlpito de tu pecho.
Asombro me embarga y una calidez
antojada extrema:
comprendo esas voces.
Insúltame, si quieres.
Te estoy perdonando tus palabras sinceras,
la desidia, el odio.
No vuelvas la espalda enjuta
donde se pierde mi llanto.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
martes, 18 de enero de 2011
BUSCARÍA
Me gustaría voltearte.
Te agonizarían solubles sobre el pelo
mis vacías desdichas:
hojas de menta, este pulcro gato
que me escupe entre bigote y bigote
o el vapor húmedo de tu aliento.
A golpes de uña moriría un quejido por tu
pierna,
unos lamentos agarrados a tu borde
resquebradizo y tumultuoso,
unos lamentos en los que perderme.
Te olvidaría.
Buscaría esta tarde
una flor con las hojas recias todavía,
con sangre en los pétalos
para que te deleitaras
en la oscura viveza del color,
en sus inquietas virtudes.
Se me traerían juncos a mis razones,
un esperpento lívido por tu calle,
poema de ruidos en mis manos:
yo habría de buscarte
en tupidas alfombras
que atesoro en mi puerta
u olvidarte.
Me soñaría luego sin cumbre,
sentiría.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
RETROCESO
Sepan guarecerse atónitos mis labios,
despellejados entre el salitre de tu beso,
ocultos quedamente cuando vienes.
Busquen reducirse en un pliegue pasajero,
despavoridos como locos príncipes
convertidos en rana,
oyendo la miel certera de tus mentiras.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
EXTERTORES
La espuma se desvanece
entre siseos de blanca sal
(ocupa) en el sótano de piedra,
un claro distante.
Yace en esta doblegada suerte
un péndulo agasajado;
no escurre la tiniebla vaga
ni escuece el vástago.
La arena sopla mezquina
entre cordeles de luz propia.
El ave vuela baja,
simulando que anochece.
Sí, oro destaca entre arrozales:
de puro intento no te abrazo;
toca inmediato un laúd de penas
que mancha y no se queja.
No se pierde demasiado pronto,
castizo, emulando un antojo,
pero se ve bajarse entre linos
y capas de acongojamiento.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
viernes, 14 de enero de 2011
VIGILO MI PECHO VACÍO
Me despido de incertidumbres
claras y tibias de pregón calladas,
que no encuentro tras altas cumbres
parte de mi pecho arrebatado a dentelladas.
Vigilo mi cabaña vacía,
(soy tabla descompuesta en grietas)
sin que demore el viento también vigía,
su planear entre las aguas prietas.
No desenfundes mi corazón, ave lenta,
acaso salten pedazos de carne rotos;
fríos entre pastizales de albahaca y menta
anda mi lengua, entre amplios sotos.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
TE VENTEO SIN RASTRO
Calla el trino
que se acerca a mi tumba abierta
y derrama barro que no funde:
sólo soy tierra.
Abre el manto oscuro
de sus piernas ocres,
deambulando sin calle
y sin cielo muerto.
Siente a voces mi pulso
pausado,
no dudo en acariciarte
y poblarte de dudas.
Venteo como fiera
tu rastro de surcos ambiguos.
Sin pena ni gloria,
muero sin llanto.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
AYER FUE
Ayer fue un suspiro manso,
abierto hacia tu vientre liso
de esperanzas y poblado de sudores
que no eran tuyos.
Ayer fue un beso eterno,
azúcar en mis labios sin ruido
que recorrían tu cuerpo sereno
y tus ojos, y tus manos.
No recuerdo tanto efluvios
que me hacían volver loco,
y amándote poco a poco
me levantaba deprisa y sin calma.
Ayer fue, y hoy
crece abultada tu colina
derramando vida que no es,
más allá de la lontananza.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
AMORES DE HIERBA
La quimera me atrae
con pasos flojos de desencanto
(bravía y pronta la hoja cae,
a ciegas, en sublime manto).
Rueda el agua calle arriba
en esquivos de aceras maltrechas
y hondas.
El carro salva firme de barro y canto.
¿Dónde voy sin rumbo,
acicalándome los pies cansados y desnudos
de buscarte?.
Me repliego en la esquina
y me agarro al borde
para perderme en el ámbar marino
de tus ojos...
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
miércoles, 12 de enero de 2011
NO HAY VIENTO QUE PARE
Hay una tristeza infinita
que me embarga a todo caudal
descontrolado,
y encuentro agobio que se disculpa
y desaparece antes de ser borrado.
Caen las hojas muertas
que envenenan el suelo pobre
de mi palma.
Aturdido queda en la arboleda.
Crece el murmullo que arropa
entre matorrales lascivos
el sol que me acompaña.
Me atraganto con el orgullo
que nace
templando el ocaso de tu mirada,
por entre barrancos que no dan salida.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Hay una tristeza infinita
que me embarga a todo caudal
descontrolado,
y encuentro agobio que se disculpa
y desaparece antes de ser borrado.
Caen las hojas muertas
que envenenan el suelo pobre
de mi palma.
Aturdido queda en la arboleda.
Crece el murmullo que arropa
entre matorrales lascivos
el sol que me acompaña.
Me atraganto con el orgullo
que nace
templando el ocaso de tu mirada,
por entre barrancos que no dan salida.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
UN DIA LLEGUÉ A TU PORCHE
La fresneda impaciente
deja hojas en el atril
de un porche desnudo de sillas
y de baranda.
Oro a caudal desabrocha
nimiedades;
volverán a saciarse de lujo
que me revienta.
Ventearán a magistrales mordiscos
el picazón que me desasosiega.
Abre el surco rápido.
Rápido me falla cuando me doblo.
Aguzando el oído despertarán
de ese insólito letargo,
campeando dunas claras
y distantes.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
martes, 11 de enero de 2011
AYER FUE UN SUSPIRO
Desoyes a cada instante tumultos que acechan
erguidos bajo tu mentón -Diva de pulcra cara-,
doblando tus líneas miedos ocultos desechan
las hondas canas que mi barba destapara.
Atónito se embelesa, perplejo,
¡cuánto amor se me escapa a raudales!.
Remonta tu codo de guías complejo
y me alcanza de lleno el peor de los males.
Borra a golpe de recuerdo airoso
una hoja empapada de misivas vacuas;
utiliza el parapeto tierno y mohoso
y quedarnos quietos, como estatuas.
Un ronquido abre la sepultura de mi cuarto
temiendo arañar de par en par.
Abortado queda, simple, harto,
ya no hubo, lo que ayer fue mar.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Desoyes a cada instante tumultos que acechan
erguidos bajo tu mentón -Diva de pulcra cara-,
doblando tus líneas miedos ocultos desechan
las hondas canas que mi barba destapara.
Atónito se embelesa, perplejo,
¡cuánto amor se me escapa a raudales!.
Remonta tu codo de guías complejo
y me alcanza de lleno el peor de los males.
Borra a golpe de recuerdo airoso
una hoja empapada de misivas vacuas;
utiliza el parapeto tierno y mohoso
y quedarnos quietos, como estatuas.
Un ronquido abre la sepultura de mi cuarto
temiendo arañar de par en par.
Abortado queda, simple, harto,
ya no hubo, lo que ayer fue mar.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
sábado, 8 de enero de 2011
COMO MOSCA EN EL OJO
Se ajusta el sombrero
de ala ancha y áspera
sobre la ceja derecha;
Ahora
camina rápido,
extendiendo los brazos y tocando
la farola de cristal sucio
que impregnada de luz amarilla
vomita haces de insectos.
Tañen las campanas cercanas:
arrastra el paso por el talón
demacrado,
violando esquinas demasiado prietas
que perecen engullidas
por la soledad de la noche
impune,
por cañerías oxidadas que se descuelgan
hasta la alcantarilla rauda,
cuyo rumor de podredumbre
atosiga su alma imperturbable
con el zumbido de una mosca.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Se ajusta el sombrero
de ala ancha y áspera
sobre la ceja derecha;
Ahora
camina rápido,
extendiendo los brazos y tocando
la farola de cristal sucio
que impregnada de luz amarilla
vomita haces de insectos.
Tañen las campanas cercanas:
arrastra el paso por el talón
demacrado,
violando esquinas demasiado prietas
que perecen engullidas
por la soledad de la noche
impune,
por cañerías oxidadas que se descuelgan
hasta la alcantarilla rauda,
cuyo rumor de podredumbre
atosiga su alma imperturbable
con el zumbido de una mosca.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
PORQUÉ NECESITAMOS SOÑAR
Quizás sea mentira y se pierda
entre vaguedades la tela rala,
absoluta,
que cubre la razón de una mente
viva,
descubriendo que hay taludes insalvables
de terreno fangoso.
Y como el sueño se hace
de propinas dudosas,
prefieres cerrar la boca
y gritar
monedas de desidia
que no sirven ya,
que no tienen cambio.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
LAS RATAS DE LA MEMORIA
En un submundo de aguas estrechas
merodean fatídicas las ratas
de la conciencia.
Y sudan subidas a marquesinas de memoria.
Pasaban lentas pegando el hocico
poblado de bigotes
extraños,
como galeones
que despliegan su velamen
y guardan en sus arcas
más de una mirada.
Y subidas a la nuca se avergüenzan recordando.
Otros tiempos que brotan
como el silencio y el jadeo
después de abandonar los cuerpos,
como una llama agresiva
y oblicua
que despedaza y destruye
rasgando la carne,
como sólo saben hacerlo las ratas.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
En un submundo de aguas estrechas
merodean fatídicas las ratas
de la conciencia.
Y sudan subidas a marquesinas de memoria.
Pasaban lentas pegando el hocico
poblado de bigotes
extraños,
como galeones
que despliegan su velamen
y guardan en sus arcas
más de una mirada.
Y subidas a la nuca se avergüenzan recordando.
Otros tiempos que brotan
como el silencio y el jadeo
después de abandonar los cuerpos,
como una llama agresiva
y oblicua
que despedaza y destruye
rasgando la carne,
como sólo saben hacerlo las ratas.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
viernes, 7 de enero de 2011
CUERPO DE ALBARICOQUE
No dudé en acariciarte
bajo témpanos que semejaban efigies
de plomo baldío,
de perpetuas nieves.
Hallé incierto
el suave resquemor
entre tus piernas esbeltas,
de albaricoque,
fraguando lomas
de romero,
ríos que son lava
a su paso entre barrancos
de nalgas.
No me atrevo
a desasirme del yugo
que ansía esclavizarme
con efluvios mansos,
de inquieta polvareda.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
LA BARANDA
Apoyado en la baranda
de geranios rojos y blancos,
adormecidos contemplando tu paso
a altas horas de la noche.
Allí me sonreíste esquiva
cuando paseabas calle abajo,
entre las sombras de portales
estrechos, de oscuridad templada.
Viniste como la lanza:
ahondando en el vientre
contra todo pronóstico,
lacerando la herida
de mi corazón partido
por no tocarte.
Extendí mi súplica
rozando tu blusa
de garabatos obscenos
que pudieron contener
mi ira fecunda.
Repiqueteaban tus tacones
en el empedrado
de mis sienes:
te alejabas,
aunque dudo
si alguna vez te acercaste.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
ME RECOGÍ TEMPRANO
Me recogí temprano
copulando con la esfera
sembrada al pie
de la higuera.
Aterido, rumiando
sin descanso placeres
que me eran ajenos,
perseguía una duda
fumosa;
eran gotas de rocío
helado
aquellas que bazucaban
mi sangre furente
hasta las raices,
hasta el suelo
jocoso en pleitesías,
como vana cascada
que se recoge el moño
y silba desde arriba,
voraz como una serpiente.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Me recogí temprano
copulando con la esfera
sembrada al pie
de la higuera.
Aterido, rumiando
sin descanso placeres
que me eran ajenos,
perseguía una duda
fumosa;
eran gotas de rocío
helado
aquellas que bazucaban
mi sangre furente
hasta las raices,
hasta el suelo
jocoso en pleitesías,
como vana cascada
que se recoge el moño
y silba desde arriba,
voraz como una serpiente.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
PAISAJE DE INVIERNO
La nieve caliente,
ahora sí (antes, quizás),
me llega hasta las rodillas.
Resulta penoso el caminar
de martillo,
el pavoroso hincapié
por aferrarse al eco
que se me ofrece como silla:
los árboles están vestidos
de novia...
Casi alcanzo a tocar
su aliento,
mientras me atuso
mi bufanda a rayas.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
jueves, 6 de enero de 2011
LIBROS VIEJOS
Se descuelgan los libros
en la estantería
(¡tantos!),
que el olvida no acierta
a posarse en ellos.
Las cubiertas yacen
en orgasmo multicolor
combándose adrede,
las tablas arqueadas,
el papel despechado
y carcomido
de recuerdos,
de frases broncas,
entullecidos los versos
que dormitan
bajo el oropel
de una idea...
Acaso alguien escribiera
tanteando el sigilo
suspicaz,
fútil,
arremolinado.
No pensó
que las páginas amarillearan
tan fugaces,
llenas de remordimiento.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
miércoles, 5 de enero de 2011
DESPUÉS DE TODO
No vale la pena
sufrir a intervalos:
gimiendo,
maldiciendo,
hablando,
callando
detrás de paredes caídas.
No trae cuenta.
No.
Bajar senderos de pleamar
de guijarros difíciles,
huraños que abren llagas
entre los dedos.
No se debiera
bordear una mirada:
después de todo
llega el principio...
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
A UN MAR CERCANO
He sido náufrago
en tus arenas más de una noche,
la luna cimbreando mi espalda
y mi cintura
de vagos reflejos ocarinos.
He pisado tu cama
como amante esquivo
(ladrón de caricias frescas),
que abotona faldas
de aire.
Me da pavor pensarte
demasiado,
no sea que tu voz me atrape
y me lleve lejos de tu orilla.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
He sido náufrago
en tus arenas más de una noche,
la luna cimbreando mi espalda
y mi cintura
de vagos reflejos ocarinos.
He pisado tu cama
como amante esquivo
(ladrón de caricias frescas),
que abotona faldas
de aire.
Me da pavor pensarte
demasiado,
no sea que tu voz me atrape
y me lleve lejos de tu orilla.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
lunes, 3 de enero de 2011
LOBO VIEJO
Soy viejo lobo cansado,
carcomidas las zarpas
indelebles de la lujuria,
herido en los costados
de púas que hallaron morada
en mi carne nueva.
No da sombra el endrino
a mis pensamientos de lontananza,
canos,
cual remoto pregón
de difíciles singladuras.
He abierto el camino:
voces inquietas me aterran,
voces del pasado
que con inusitado incordio
me persiguen hasta el armario.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Soy viejo lobo cansado,
carcomidas las zarpas
indelebles de la lujuria,
herido en los costados
de púas que hallaron morada
en mi carne nueva.
No da sombra el endrino
a mis pensamientos de lontananza,
canos,
cual remoto pregón
de difíciles singladuras.
He abierto el camino:
voces inquietas me aterran,
voces del pasado
que con inusitado incordio
me persiguen hasta el armario.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Suscribirse a:
Entradas (Atom)