DISPERSIONES

DISPERSIONES

sábado, 28 de abril de 2012

A modo de colofón...



Hasta aquí los versos recogidos en el poemario "La agonía de la pavesa", una obra que me imbuyó de nostalgia y esperanza a partes iguales y que disfruté mucho escribiendo. Y es que no hay nada más placentero que escribir de aquello que se conoce y se ama.

La agonía de la pavesa es en palabras de Carlos Rojas, alcalde de Motril y prologuista por deseo expreso del mismo, "...un melancólico retrato en poesía de aquella época, no tan lejana, de cuando Motril era vega verde trabajada de caña de azúcar. Melancólico y romántico, cierto, pero sin ocultar la dureza de aquel quehacer que, sin dar tregua, surcaba la frente y horadaba las manos de los hombres y mujeres que tenían en el cultivo de esta tierra  su medio de vida...".-
LXV

RON DE CAÑA


Licor de dioses impertérritos
y promiscuos,
sangre licuada con destellos
de oro altivo, ¿podrás deleitarme
con tus suaves murmullos,
mientras yace mi maltrecho cuerpo
después de la ardua tarea?.

Eres ron amigo, hijo de la caña,
reseña de esta tierra sublime
en contrastes (pálido, azul,
blanco, blanco, blanco),
que descarga en dentelladas
de calor
todo el sol de la tierra.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
LXIV

CHARCA SUÁREZ


Estabas escondida, oprimida
entre campos azucarados
y eso te salvó la vida.
Adolece en miradas serenas
que pululan posándose
en las riberas zaheridas,
cuando todo se pierde en silencio
o bajo vaharadas de aves
que vomitan vida.
Has quedado huérfana, lo se,
ahora que ya no te rodea
ni te cubre,
el manto verde de la caña amiga.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
LXIII

RECUERDOS


Imagino recuerdos
menos felices que estos
que me has dado.

Recuerdos de la "monda", blanca
y almibarada,
de juegos con canicas
y descosidos en los bolsillos;

de infinitos caminos poblados
de mulas sagaces,
de una onza de chocolate.

También, -esto no es recuerdo,
es más bien un sentimiento-,
retazos preciosos de tardes
en estío,
calor en la garganta
y chupones manidos.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
LXII


VEGA DE MOTRIL


Vega de Motril.
Oscuro ribazo moteado
en tintes claros y olorosos,
amante inquieta,
voz sin alma.

Paseaba sereno aquella tarde
(¡qué ingenuo!),
creyendo que me pertenecías.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-


LXI


Sobre el griterío de moscas
zumbantes y vanidosas,
se alza el trino más puro:
¿será ese ángel, raudo,
 que se pasea absorto en tu cintura,
el que te canta y te ronda?.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
LX


Caña.

Tu nombre me evoca son de mar.
Atardeceres ocres y distantes
que obedecen al ingenuo despertar
de mis apetitos más profundos,
a sal y a viento que gime
arrastrándose permisivo y gélido
desde la Sierra.

Caña.

Tu nombre -gracias- me empalaga.
Me huele a sudor de hombre
efimero, a cantina repleta
de vino añejo y de sueños,
a soledad compartida
con las piernas estiradas en la acera.

Caña.

Dulce nombre sonoro
con reminiscencias mulatas,
vestigio de un pasado
no tan remoto que esparce
su osadía como sirviente
en las entrañas de este pueblo
que te venera.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-

miércoles, 25 de abril de 2012

LIX


Las altas nubes adormecen
en la neblina los cálidos haces
como una cuna,
como empapa el algodón
una herida supurante
de escarcha y abejorros.
Las altas nubes te mecen,
y en el  vaivén de tus ojos
de melancolía
mora el suspiro
sobre una cama de barro.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
LVIII


Canta la cigarra a la sombra
mustia de la mañana
el lamento anodino
de la vieja camaradería.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
LVII

El regocijo te invade
anclada como te ves a la tierra.
Cariacontecido observa el agricultor
los ciclos inmensos de la inmensa
luna y tú,
cíclope en esta atalaya sin dueño,
gorgojeas en espasmos de hojas
tiernas,
o pierdes la compostura
al crujir tus huesos
como una ramera de alabastro.
El agua te censura
y refresca tu miedo
que será cercenado al tiempo.
No valdrá la pataleta
ni tus artes de persuasión
modélicas:
abandona la lucha
y esta tierra de contrastes.

Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
LVI

No he querido abandonarme
a este puro intento
acaramelado (corren gelatinosas
las horas),
de poseerte en una efímera
porción de desencanto.

Ni, quizás, tampoco,
desbrozarte como se quita
un vestido
en el encuentro más íntimo
y furtivo.

Serás una foto, una estampa,
un ímprobo recuerdo
de atardeceres blanquecinos.

Y no habrá vuelta.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-

martes, 24 de abril de 2012

LV


Azota el aire tu cuerpo
de cítara mientras el agua,
leve,
te recita el triste poema
de los ensimismados.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
LIV


Anoche tuve un sueño
que no era mío:
deliraban las pavesas de corazón
en corazón barato,
adornando con tapices cubanos
caminos de tierra ajada.
Presagiaba que tu destino
era huirme
entre veredas pobladas
de escamas y salitre
que se amontonan en el tranco
de mi patio.

Más no he debido obligarme
a despertarme tan, tan bajito
y que sólo me quede
tu sabor en la boca.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
LIII


Renace el gorrión entre la broza
desmembrada
llevando en el pico un matojo
seco,
escuálido de puro intento.

No quedará lejos el nido
donde te aguarda solícito
este canto.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
LII

Camina el hombre con la cara hundida.
Hoyo sobre el pecho que estremece
notas de golondrina. Sombrero,
de paja tierna como junco en el
abrevadero, que cubre la frente
apoteósica, huesuda y altiva.

Camina el hombre sólo.
Ni siquiera las bestias son ahora
buena compaña.
Resuenan pisadas al amanecer
demandando querencias
al son de adoquines fríos.

Atrás quedan las manos,
el sudor, el viento que dejaste
en la haza y que te persigue
hasta esta calle sin nombre.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-

lunes, 23 de abril de 2012

LI


Eres dulce manjar que atenaza
el soliloquio audaz de júbilo
que dispara mi garganta;
eres oro, pena, exaltación,
eres canto
que discurre solemne pagando
el peaje de los incautos.
Estoy agonizando por saberte lejos:
otras manos asirán tu tronco
nudoso,
reverberando calimas y humedales
inciertos en otros campos,
en otros instantes.

Y no podré avisarte,
ni regodearme en la aventura
de tu piel y de tu empalago.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
L


La luna sucumbe
y se adormece entre la espesura,
dejando correr su aliento
entre el musgo de la tejea.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXXXIX


AZUCARERA


Azucarera que remontas
al cielo jirones
de espesa niebla:

¿dónde guardas la llave
serena,
de tu carazón de hierro?.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXXXVIII


MAQUINARIA


Ese humo macilento
y el ruido bañado en vapor
que escupe la máquina
abrumadora,
renace en la sien
entre ojo y ojo
abotargando el quejido
que exhala tu vida
al sacarte la sangre
y que se expande, íntima,
igual que un beso.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXXXVII


VEGA


Hay en la vega
un trajín de voces que se acomodan
sobre el lienzo en calma
del espejo donde se mira
la caña.

Lame el Mediterráneo tus pies
callados,
como una última madre redentora.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXXXVI

CAMINO DE LAS CAÑAS


No es solo una calle aquella
que late como una vena.

La gente adormilada sestea
en el tranco
mientras el respaldo de la silla
de anea
reposa en la pared encalada.

Pasan los chiquillos alborotando
con canicas y costras
en las rodillas
como un remiendo;
y la mujer serena esparce agua
aventando, tajante,
la pavesa que aterriza
sobre aceras y dinteles,
con el resonar de cascos en fila
(a cuatro patas)
que martillean el suelo
llevando su carga dulce.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXXXV

Ya está aquí la monda:
trota ensimismada la acémila
por el Camino de las Cañas
y la cuadrilla gasta bromas
escondiendo las manos
bajo el mandil
ennegrecido.

El olor a melaza, madre,
me sabe ahora amargo
y triste y lejano.

¡Qué no daría yo por levantar
la vara
y azuzar al animal
que cansino camina!.

Y después, hacer de la broza
mi cama.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXXXIV

VERDES CAÑAVERALES


En la distancia campea bravío
el rumor de los verdes cañaverales;
el goce impoluto de la hachuela,
el canto absoluto
de picaresca encendida.

La pena se mezcla
en alegre aturdimiento
de cañas y barro:
flemático pasea el hombre
(ala ancha, ladeado sobre la ceja
el eterno sombrero),
aplastando la colilla
en los arrabales.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-

viernes, 20 de abril de 2012

XXXXIII

No hay nubes que cubran tu cielo,
ni mengua un instante el piar
que adormece cansino detrás
de ese arbusto.
La letanía no esconde ese arrullo
débil,
(debió ser mejor un suspiro),
que abotarga pinceladas en el estío.
Canta la rana en la acequia cercana
tras ese muro de piedra
forrado en verdín.

Dibujando retazos entre los vergeles.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXXXII

Me trae la noche tu olor
mezclado con el sonido del mar
en tu ribazo.

Y si en la mañana te acompañaba
la alondra,
ahora, de noche,
sólo te queda mi abrazo.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXXX

CULEBRA

Rápida en tu devenir
y osada,
el sol refulge en tu brillo húmedo
de carne fría
y lengua sibilina.

Se te atisba un segundo
para después deslizarte
como un fantasma.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXXXI

Ayer fuiste un mar
sin fin ni límite en tu desvarío.
Poblabas por doquier marjales
que no tienen nombre,
dueña de tu estirpe milenaria.

Ayer fuiste un mar.

Hoy eres recuerdo
dibujado con azúcar en la retina.

Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-

jueves, 19 de abril de 2012

XXXIX

Me duele el viento
en las costillas desprovistas de pellejo:
la hoz me acompaña ruda
mientras me abandona, pronta,
la voz en un quejido.

Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXXVIII

AVISPERO

Te pegas al tronco como si te fuera
la vida en ello.
Azotas en vándalo zumbido de congoja
el aire reseco de este mes desabrido.
Y no respetas, aunque la mano
te acalle,
ni al niño, ni al viejo,
ni a la bestia que su trabajo hace.

Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXXVII
NIÑO

Te escondes tras los chupones
que en reguero efímero van delatando
tu destino.
Almibarado quejido y picor en tu
espalda desnuda
de chiquillo goloso.
No son piernas las que vencen camino
sobre abarcas:
son cañaveras enjutas
despotricando secretos.

Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXXVI

ALACRÁN

Buscaste cobijo debajo de la roca
para tu aguijón traicionero.
Que no te queme el sol,
ni goces en ese abrazo
furtivo como un dardo.

Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXXV
OCASO

Has muerto, tarde inmisericorde,
y has cubierto de pañuelos negros
la última y perentoria piedra.
Vuelan las aves hasta la copa
y pululan las estrellas por esta vega
sin fondo.
Todo queda en silencio y ralentizado.

Todo.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXXIV
TEJEA

No hubo un momento siquiera
donde el agasajo que te redime
de la sed acuchilladora
haya perdido la batalla en tus campos.

Sinuosa recorres la frontera que te pierde
en esos recovecos
eternos;
como guía que da desidia,
como camino,
como el lance aquel que salvaste
de puro contento.

O como el agotamiento,
que frena tu ímpetu glorioso
y acalla tu sinfonía preciosa
derramando tu sangre
en violenta frescura y brillo.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-

miércoles, 18 de abril de 2012

XXXIII
AMAPOLA

Escasea la hierba entre tu liviana
sombría
donde ayer hubo surcos a ras de
suelo.
Dibuja, empero, en tu contorno
-como una cera de color derretida
en la mano de un niño-,
la pizca sanguinolenta y redentora
de mil amapolas que te hacen
guardia.
Velarán por ti, caña, oteando
desde el borde de la tejea fangosa,
-suspiros como besos alicatados-,
maldiciendo una oración sin poder tocarte.

Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXXII

Saca el morral que atesora
el ágape liviano desde esta mañana
temprano:
un cuscurro y queso
y una bota de vino.

¡Que no falte!.


Del poemario"La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXXI

SIESTA

Hazte a un lado, sueño,
hazte a un lado y déjame
en esta sombra
de terciopelo, fresca,
bajo esta amalgama
de hojas y troncos
resecos,
transitando despacio
este umbral
de semiinconsciencia,
bailando el arrullo de las cigarras.

Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXX

BROZA

Eres cama de brazos ásperos
y enrevesados.
Eres abrigo oscuro y húmedo:
me gusta perderme en tu sinfonía
que me envuelve loca
con un sinfín de texturas.

Del poemario"La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXIX

MELAZA

Sangre que derramas como en un suspiro
de último aliento azucarado
en la vida que te hierve bulliciosa.

Y yo digo:
"hágase tu sangre".

Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXVIII

GRILLO

Aparto un terrón reseco
como pidiéndote permiso,
y escapas raudo,
divertido,
privándome de tu canto.

Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXVII
LA QUEMA

Busco un olor que me confunda
y me traiga de nuevo a mi niñez
solapada;
a miel, a encanto,
a pavesa primorosa que espanto
atento de mi párpado,
a humo que se eleva
por debajo de mis juegos
que fueron enamorados,
a chupón escupido que me hace
la boca agua.

Busco otros olores.
Pero todos me llevan al tuyo.

Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXVI

Campo fértil que labrado viertes oro
dulce apergaminando mis dedos
casquivanos de temporero enjuto,
como la faz de tu efigie
que se renueva cada vez
renaciendo de las cenizas
negras
tras la pena de saberte doblegada
tan altiva tú,
tan erguida, oteando la sierra
desde tu trinchera devastada.

Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-

martes, 17 de abril de 2012

XXV

Hay en la mañana una calma quieta.
La totovía canta monótona su despertar
aciago,
como penumbra inquieta que vadeando
extraña los surcos de tu tierra.
Hueles dulce, a campo anegado de rocío,
a brisa fresca, a primer trino
que escondo, voraz, en los bolsillos.
Como escalpelo me corta tu aliento
gélido entre el mar y tu vega
de mil años,
como lumbre me quema tu hoja
que despoja al silencio de la mañana
que siempre se repite en el ruido
soez,
pecaminoso,
que va alborotando entre las barranqueras.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXIV
JORNALERO


Jornalero de raza,
¡ay, jornalero!...
¿Cuántas veces enjugas tu frente
apolínea,
surcada por vetas como la noche?.
Jornalero del sol y viento,
¡ay, jornalero!...
¿Es tu alma libre en tu desencanto
o, quizás, mueres viviendo
esclavo
de tu sino,
de tu verano?.

¡Ay, jornalero!...


Del poemario"La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXIII

VIENTO


El viento trae tu nublo
enmarcado en lienzos sobre la torrentera
que deja tu riego:

o relame tenue un episodio más
de tu existencia,
o acongoja tu suerte cuando te mece
solícito,
loco, levantándote la falda.

Son tus dardos mecidos como olas
en el plenilunio.

Cuanto más leves, más lejanas.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXII

LLUVIA


Empapa la tierra fértil.
Desmenuza el tiempo en aguacero.
Vomita en rítmicos goterones
tu amor que anega huecos;

eres dulce como suspiro.
Doblegas al polvo en prieta
arcilla de nítida oblea.

Mas que poco te prodigas:
ya no es llanto lo tuyo.

(Acaso un tenue hipido).


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XXI
SOL

Un gran ojo dorado pulula
en su abrazo lisonjero
por entre pliegues resecos
de unos labios sin dueño.
Acampa sobre matojos
que mecen algarabía.
Calor.
Calina.
Color.
Vive en ti esa penitencia
monocorde,
que se disipa con la brisa.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XX

MONDA


Las dudas son menos
entre trinos y el canto rudo
de hombres bajo el sombrero.
El cansancio dormita,
en un hormigueo sibilino,
entre los dedos y músculos
que brillan plenos.
Busca la hoz cercenar sin resuello
troncos, hierba, tallos
color esmeralda.

Y, amontonados en alfombra sublime,
resquicios de la vida que fueron.


Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-

domingo, 15 de abril de 2012

XIX

YUNTA
Arrastra la yunta haces que quiebran
pezuñas desgastadas: pelo tordo,
canela clara
y la mosca zumbando en el interior
de la oreja.
La crin recortada pasando revista
con ojos desvaídos, surco va
golpe viene,
mientras el rabo se me antoja
un látigo que parte en dos
el aire de la tarde.
Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XVIII

BOTIJO
Guarecido en la sombra de tu cuerpo
esbelto de caña,
guarda precioso el líquido que ha de atenuar
el desasosiego, el clamor de ese fuego
que quema en la frente,
atesorando entre el barro
una eterna frescura que se derrama,
prudente,
a través de un ojo sin fondo.
Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XVII

Imperecedero acostumbra el sol
a regurgitar (¡loca manía de puesta
en escena y atrezzo!),
haces voluminosos que se encadenan
tras el grito mudo del mirlo.
Se oscurece pronto el promontorio:
las sombras campean aligerando
pasos,
el suelo dormita entre el estupor
de saberse cubierto
entre miasmas.
Ahora, que no tiemble, el gorrión
vuela alto
y en su pico lleva, de incógnito,
una paupérrima brizna de broza.

Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XVI

Aventad al aire suspiros
de caña acicalada,
que no amedrenten a las palabras
los tiernos brotes que se asoman
como cuchillos imberbes;

recorred, húmedos,
estos sueños de Paraíso aterciopelados,
limpios,
desgañitando y reivindicando
en voz queda
que aquí también existe una ínfima Cuba.

Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XV

Me carcome el polvo en las suelas
hundiendo hasta los tobillos miserias
tras la yunta.
Cae el sudor a borbotones
abriendo surcos (más parecen llagas)
que se derraman hacia el tronco
poderoso.
Lejos queda la savia que hace la boca
agua
por entre neblinas en el atardecer
de este triste ocaso.

Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XIV

PAVESA

¿Remueves el cielo y tierra, tangible,
efímera en tu silencio y voluptuoso,
tiñendo de luto palcos y azoteas
que se esparcen como cama
casquivana,
o es, acaso, el efluvio último de tu llanto
incólume
haciendo mil piruetas
y un eterno guiño a la vida?.

Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XIII

Tengo fe en poseerte a manos llenas,
mientras canta el grillo con aire
de magnificiencia;
eres mar verde que me llama agasajado
y triste,
pavoneándose conciso a través
(y en contra)
de este cuerpo ermitaño
que te atosiga a mordiscos.
Supura tu vida en alto estandarte.

Y no consigo verle la cima.

Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XII

Abre el sol una grieta profunda
asolanada bajo broza distante.
¿Recordáis
el viento tenue que disipa bagajes
pertrechados en este gélido corazón
de bruma malherida?

No es oro su saliva
de puro intento:
una llaga, una fosa,
un vívido estertor que acumula la mañana
es tu acicalo vespertino.

¡Pero qué dulce te me antojas,
maravilla!.
Tan sublime y espartana...,
¡y qué altiva, caña mía!.

Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
XI

Temporeros de cara ennegrecida y labrada:
apenas diligentes y con el orgullo
en los bolsillos, ¿tendría el tiempo
un vástago para vosotros asequible,
el canto tras los dientes o el imperecedero
sabor de esta tierra fértil?.

Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-