AMAPOLA
Escasea la hierba entre tu liviana
sombría
donde ayer hubo surcos a ras de
suelo.
Dibuja, empero, en tu contorno
-como una cera de color derretida
en la mano de un niño-,
la pizca sanguinolenta y redentora
de mil amapolas que te hacen
guardia.
Velarán por ti, caña, oteando
desde el borde de la tejea fangosa,
-suspiros como besos alicatados-,
maldiciendo una oración sin poder tocarte.
Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
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