DISPERSIONES

DISPERSIONES

viernes, 31 de diciembre de 2010

Gota a gota cae el deseo
provisto de agua pasajera que zumba.
La lúgubre hoja escarlata del cuchillo,
azota...

Película añorada de pasajes inciertos,
verdor de mentira que no cae despacio
en el infinito de la clave que agoniza,
chocando una piedra.

¿Dónde se fue el maldito aire?,
¿dónde?, que no respiro,
se pasea por la cabeza con donaire,
¡ah, Dios, que esquivo!.

Gota a gota cae el deseo,
que no clavo a clavo.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Cesando con tumulto incierto
una mirada que refrena,
queda después oscuro y abierto
y deja pasar la pena.

Menester fuera siempre
holgarse en el bien de tu pelo,
ganar pan de dulce simiente
y quemar besando aquel tu suave velo.

No hay mesura ni protesta
ni parte al descubierto,
no hay golpe que asesta
ni raudo, ni alto, ni presto.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Veloz como un talismán
parco en ataduras
oprime la daga
gargantas escogidas.
Sé que es mentira.
¿O acaso será
una verdad a medias?.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Hay tormentas que arrecian
cuanto más lejos se distinguen.
Así es tu amor,
cariño mío,
remanso de mis penas
negras,
así es tu mentón somero
que languidece cuando
tus ojos me ofrecen besos
a escondidas,
intermitentes los párpados,
atentos en su vigilia.
He sucumbido a la catástrofe
de tu cuerpo entero;
liviano y ufano al mismo
tiempo,
triunfador de pecados
que se esconden en tu lengua
parca y amortajada,
muda de silencios
de ardores inusitados.
Crece la ola de mi desesperación
cuando te observo cabalgando
carnes cetrinas,
manos que moldean
caderas sublimes.
Se derrama tu saliva
ocre, miel de cereza,
sobre el plato
de mi voraz apetito
como coito estrafalario
que de un grito agasaja,
y muere sólo en la penumbra.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Es curioso ver danzar
las caderas que me saludan
regocijándose,
cual peonza arrítmica
purgada de salitre.
Miserable ungüento
aquel que me fascina
acomodado detrás de pechos
como trofeos,
como estandartes pregonados
a golpe de látigo,
me impresionaba
lo que oía.
No paré de soplarte de soslayo,
sentado en el escalón de tu brazo.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Aún aparece convulso
el resplandor añejo que
me delata.
Las brozas escarchadas
del riguroso útero camuflado
aún abrigan mi nombre...


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Fingirte es demasiado fácil:
buceas tan deprisa
en los recovecos de mi espalda,
hablas tan alto, tan alto
cuando te prefiero callada,
distante tu ceja en la almohada
me acecha recostada para el asalto;
mas si persigo ahora la falda
que braceando me causa risa,
no hallaré mujer más frágil.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Engulle el témpano
de un ocaso incierto
el terreno baldío
de la palma de tu mano:
aparta esa lengua
que destroza,
como el silencio
descansando sobre la roca,
mi piel serena
cuajada de insensateces.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Ansío morir raudo
y volver como aire
que acaricie a puñados tu boca,
presto a recorrerte
entre las finas capas
de tu ombligo;

fúlgido aparece
el mármol de tu seno
arrebatado,
clava la garfa
apostillando sonidos precoces
que vagan desterrados
del oscuro lienzo.

Ansío morir raudo,
y que tu abrazo
sea mi cepo.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Hallé desierta
la plaza de tu vientre
hirsuto,
doblegado en espasmos
de transición ajena,
planeando hondo
hasta la rodilla
que prometía surcos.
Busqué a tientas
una arruga donde enmendar
mi celo,
suspirando a bocanadas
deshechas,
cosiendo el cielo abierto
de mi frente fértil
como amapola que cabecea
por encima de las espigas
tiernas,
temblando
bajo el halo
que destaca tu sombra,
deshojando su epinicio.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Explotando ramea
deslindando espejos
con alabeo,
barbotando señuelos
que desbordan aguazales
lóbregos, purulentos
de todo cuanto refleja
la oquedad.
El bramante que me sujeta
se parece a la crencha
de tu miedo esparcido
como saliva sanguinolenta.
Mi alma se transforma
en coraza chica,
para que no quepa tu recuerdo.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
El otro día eché
a correr despacio.
Obedece cada pan
a su mesa;
tus manos sobre mis manos,
tus labios sobre los mios
navegando entre terrones
de azúcar.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Sé lo que dices: no
aprietes ostentosamente
el periplo de la arcada
que me barre hacia
el río de tu lengua,

no sea que se derrumbe
el cielo en un soplo
prudente,
atravesando pestañas
de delirio:

más sé lo que dices,
no vayas a pensar
que soy como el viento
que te huye
borrando la piel de mis huesos.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Indolente, suave no quería
mezclar tras la puerta opaca
roces de gozne que antes saca,
madera astillada sufriría

como aquella caverna
de rieles engominados
tras la oquedad difuminados,
en rencor de brasa eterna

desde el ocaso de una silueta,
que antes goza a deshora
el oscuro sabor de la mora
que el peso de tu mirada inquieta.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Oscuro me parece.
Bajábamos sentados
en la orilla de las ramas,
tercas nuestras manos
asiendo líquenes
de bajovientre,
revoloteando espasmódicos
abedules,
minando heridas
leves.
Ahora,
todo me parece oscuro.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
A borbotones amanece,
cual pálidos chorros
de vino ahogado.

Indeleble es la siega
de las hojas en un murmullo.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Tras el peto se esconden
carnes sentadas junto al porche,
abriles eternos,
anquilosados vaivenes de sal
que pueblan tus caderas
estrechas,
aires que no encuentran rama
donde posarse,
donde estallar en suplicios
monótonos de arrugas venideras,
de huecos que se ensanchan
y miradas que se enturbian
atravesando canales de deseo,
riscos de aliento
y sudor evaporado,
con el cuello arqueado
hacia el fondo,
frágil,
como una crisálida de pensamiento.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Como terruñas salamanquesas
adheridas a la grieta
que penetra hasta el suelo
planean a bocajarro
cristales en el fango
salpicado de gárgolas
diminutas
mutaciones que corrigen
en los anversos de velas
rígidas como miembros
la ocasión de pintar
vides de papel
y meandros en las orillas
sublimes
acotadas en destierros
vaporosos y estertóreos
como aquel vuelo
amigo fiel de mis soledades.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Me honra saberte fiel
a las campanadas que brotan
entre estertores de niebla
alcalina
sin que el devenir pausado
de mis genitales locos
pugne por sacar demonios
de lengua avara
de trípodes que sujetan
labios de hueso
pómulos que rayan vísceras
que no me pertenecen
aún después de elogios
que naufragan en tintes
de coágulos esparcidos
en tierra de nadie
en praderas de tumulto
acallado
paralelo a cuevas que descienden
por mi garganta
a paso de desnudo.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Te perdiste
vagando entre semáforos de ansiedad,
entre aceras noctámbulas
y avasalladas.
Me viste cansado.
Yo murmuré tu nombre.
Recordé que anduve por calles
donde lloraban niños de pecho.
Crucé ventanas y puertas
amenazado por cantos de jilguero.
Vi macetas de donde pendían
flores de agasajo, enredaderas
multiformes atrapando la reja.
Olí a mar.
A montaña cercana y a mercado,
a gente sin piedad
que gemía en el rincón más oscuro.
Mis suelas están gastadas:
el asfalto su funde entre madejas
de césped y de jardines
y de edificios.
Tampoco te encontré,
plegada entre sollozos.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
La vida es una fiera
audaz,
acorralada detrás de un muro
de concupiscencia.
Se la oye susurrar
por encima del fragor
de deseos ocultos,
de temores inciertos.
Se la pisa
ahondando el rencor
de presagios limpios,
oscuros.
¡Barre la sombra
la efigie de la llama!.
Todo queda yerto:
asolanados cuerpos
que derriten miel,
frases que evocan
límpidos canales
de presunción.
Más si defenderse
no fuera necesario,
habría que morir
apartando dentelladas.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-

jueves, 30 de diciembre de 2010

Bromeabas,
saltando sobre la arena lívida
de reflejos,
atusando el cansancio de tus dedos
silíceos,
vomitando miradas que oscurecen
a cada paso.

Te estrellaste en el saliente
de mi pecho a intervalo,
despojándote de ropas húmedas
como la escarcha,
de sentimientos, claro,
de flirteos ambiguos
y de atardeceres.

Te levantaste
sobre el codo
abrupto,
encallado en el pliegue de las piedras,
cerraste la boca,
los ojos, el oído,
y bromeaste...


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Las voces suenan con descaro
expandiendo oleadas de azufre
apergaminado (sutil, a veces);
rodeado de ecos que elogian
sumisos tacones de mandrágora.
El pellejo se abre
desde el fondo.
Abriendo pasadizos que conducen
a ningún lado de alguna parte,
mascullando entre dientes salivas
ocres,
un fino beso descarado
otea tras el hombro.
No mereces que te diga
qué puede salvarte;
no vale la pena sucumbirte
con sinuoso desparpajo
ni hablarte a solas
perdidos entre calles aciagas.
Tampoco me vendió
aquel lloro,
ni el sol ronco,
ni el sentido famélico.

Ni siquiera, ya ves,
el destartalado imperio de una sonrisa.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Dulces bocanadas me emborrachan
de vientos perpetuos de azotea,
aquellos que castigan cornisas
de acero,
que mecen luego luces.
Las hojas bailan,
los ojos se cierran grises
como besos de otoño
detrás de un pupitre maltrecho.
Truena mi voz
afilada como espada
quebradiza:
ronca se me queda a solas
como piedra que rueda sobre el aspa.
Poco a poco descubrí el sendero
surcado de venas altivas
que llevaba a tu monte.
Igual que el mar descubre conchas
una a una,
lamiendo la arena.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Has surgido breve,
insinuando detrás de paredes
de mármol
gaviotas que se desgañitan inertes.

Te has asomado a la ventana
pulcra que refleja pabilos consumidos
desde el codo,
ahondando entre pliegues de tabla.

Has vomitado canciones.
Has vitoreado verdades
que son lentas, escapada,
derramada en acequia.

Me diste cuasia amarga
para curar mis fiebres altas:
aquellas que vinieron, húmedas,
mientras te añoraba.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Estoy habitando
a media luz entre aristas
que agonizan camaleónicas.
Las vísceras son mi cuna.
Génesis de mi conciencia:
¿tan apartada y lejana te encuentras,
adormecida entre fustán,
que olvidaste para qué sirvió la gesta?.
Se marchita a raudales
tu risa entrecana;
apretado y quedo está el malvís
entre los árboles de la desidia.
Ayer ensoberbeciste
mi alma sin disimulo.
Atrás se perdió todo:
me quedé meciendo un columpio...
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Propongo un plan.
Albricias de caracolas
hundidas en la arena que van
arrastradas por las olas.

Las bocas que engendran
solaces melenas entre sus dientes,
navegan asiduas a las mareas que quiebran
la soledad con sus corrientes.

Apocado, imprecando males socarronamente
se desliza salaz por la llambria;
en el óbice de sus caderas y ausente,
iridiscente cuerpo de luz paría.

Hay un calor fungoso
bajo la sombre de la cubeba.
No me permito escalar el foso
que se esparce en la gándara de tu cueva.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Has sugerido,
dejando caer a intervalos
minucias que son tregua,
hacerme roer, crispado,
palabras ininteligibles.

Has rumoreado,
con tono de trueno sagaz
que brota desde tu pecho,
fiel alero de golondrina,
recuerdos que son pocos.

Has aplacado mi fuego
desde cimas poderosas
que coronan la penumbra de mis sueños
caídos en pertrechos sutiles.

Has amado, ya sé,
y yo he aprendido
a temerte,
lamentándome sin voz.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
No sé que me oprime tanto
para no dejarme respirar:
será el miedo que como un manto
me cubre de par en par.

Como agasajo desmesurado
me elevo en urna de polen,
que atraviesa la palma de lado a lado
en pequeño surco y grande mole.

Levito, entre hilos sagaces
de esporádico centelleo,
(siempre dignos y capaces),
como la honra y el devaneo.

Hay un mejunje que me aprisiona el habla
dejando atrás frases trémulas.
Hoy me agarro a esta tabla
de ojos tristes y carne sin fécula.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Huye la otra estepa
entre colinas de risas inciertas
abrasando el pecho que no late.

Saciado de cúmulos que asfixian
se detiene observando tu mirada:
no hay desdén
que solape el universo de un estío.

Esas calles tan maltrechas,
de adoquines que antojan besos,
palpitan a raudales de voz
y de cuerpos descalzos.

Otrora se figura la sombra
que se arrastra coleando
pidiendo a gritos paso,
paso a paso.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Abortado queda el acordeón
que finge sin despecho,
igual que la ira en celo
allende otras cornisas.

Puede el pudor desvanecerse
entre abrile de olorosa intención:
más no queda satisfecho, ni magullado
de arañazos en el camino.

Somero se distingue
mientras pulula bajo terrones resecos.
Hay un canto, tronar de alas grises
que mece el grillo bajo la luna.

Apagado queda el calendario
repleto de fechas marchitas.
¿Dónde se fueron los días
cuando aún era invierno?.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Cae fuego en torrentes
de malhumorado festín,
amodorrado en lienzos que ocupan
destellos de calvicie.

Trota a pie descalzo
entre cañizos secos;
a oleadas se expande, despavorido,
musitando a gritos su media voz.

Roto queda y presuroso.
La mujer escupe saliva
en vorágine de caudalosos fetos
mientras cae la noche en un hueco distante.

Agolpado se desata:
barre enterezas perpetuas de crío
que solloza a un lado de esta estela,
marcando torres de piedra efímera.
Hay quien sueña,
en un sueño terco y profundo,
que el aire quema y envuelve
haciendo jirones la noche
que se despliega, mordaz como una lengua.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Voy envejeciendo poco a poco,
ralo queda el pensamiento
oscuro de tu ser que oculta,
so pena de amargarse,
el don de la impunidad.

Angosta queda la hechura de mi pecho
endurecido hasta más no poder,
ennegrecido, perdido no obstante
entre pliegues de saliva.

Dudo, ¿acaso no?, del pájaro
oculto en la rama de tu voz,
del aliento agrio que envenena
y quiebra tu aliento.

Porfía mi mirada atenta
como ojo de halcón sobre peñasco;
se antoja pluma efímera caída
entre las hojas de Otoño.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
El bostezo acuña dormideros
sumidos en profundas latitudes
que aúnan espantapájaros de paja
y humo,
doblegado el lado oscuro
de la lengua hecha de surcos
tenaces como trenzas.
De aquellos campanarios lóbregos
me asomo diligente hasta tu sexo
sin dueño que guardas
en el cajón de tu armario
pobre,
campo de recuerdos fértiles
que tartamudean asidos
al hilo de la colcha.
Me interesa tu foto clara
partida en dos por el centro
que me descubre callado.
Mentiría si te amara.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
El ave y tú merecéis mis palabras locas.
Me duelen tus dardos y sus besos
aunque de vez en cuando camino lento
de tu celo a su vuelo.

El ave y tú hacéis mis palabras,
de lo que digo, escondo
o envejezco.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Te descubrieras agonizando despierta,
prolongándote en silencio compartido
que se me hace viejo como nunca
se me hizo estéril
aquel despojarse ingenuo,
triste como el que deja el alma
descansando a la sombra
fresca de la fuente.
El odio encrespado con ramalazos
de azúcar
es difícil contener a medida
que avanza discreto
entre mares embravecidos
y tu camisa holgada.
Vengo despierto y agonizante,
prolongado en silencio
que no comparte nadie.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Tengo los ojos vacíos
por la tierna carcoma
que me pudre desde
fuera;
niego un millón
de besos,
hojalata múltiple
que desdeña
mi loca flama.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Escombros caóticos
yacen agrietados, gimiendo,
bajo aleros de carne hueca.
Transitable es el pecho
que adolece aire
vivo,
ventajoso andrajo
de imprudencia:
(el mismo recorre
la clavícula desde abajo).
Moriría fingiendo
espasmos,
antes que doblarme
sobre tu cadera
cual junco en el remanso.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Voces oscuras
aprietan el lazo
de acequia en acequia;
la neblina vomita hielo
seco,
tos espécimen
de latitud hombro
que percibe esferas
grandilocuentes.
Exasperado y traumático
deambula por doquier
el "por si acaso",
despojo maloliente
de vísceras acuáticas.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-

lunes, 27 de diciembre de 2010

Sembrado en prietas
entrañas de asfalto,
pudoroso, iracundo
de vómitos fluorescentes
que se alzan al cielo
neutro;
pétreo, frío talismán
liso,
hueco de vísceras humeantes
que asolapan migajas
de historias diferentes.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
He observado desde mi ventana
(como antes, como siempre),
las hojas acumulándose
sobre el alféizar: igual que despojos
efímeros,
dejando un rastro
de moho tierno,
luces en párpados que se cierran
lentamente,
preámbulo de tus manos
tibias
perdidas en una caricia angosta.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Las baldosas
me aprietan el cráneo
comprimido entre estantes
llenos de misericordia.
El orín sacude
la calle,
entre estertores
de abatimiento.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Un témpano me descubre
absorto en la letanía
de mensajes ambiguos:
una mujer-cereza,
un niño de impronta
fácil,
resuellos de ventana sigilosa
declive de mi parpadeo.
Es fácil acotar
una ráfaga de mar
caliente,
someterse impúdicamente,
socarronamente desde hace siglos
tumultuosos, bocetos
que dicen ser una duda
hiriente
de arrastrada transparencia.

Me permito vagar
despacio,
desatendido de ideas precoces
que emulan mi goce secreto.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
Me desintegro
en la oscuridad vana
del cirio que encierra
tu mirada ausente,
como cartón-piedra
que se funde
entre las pezuñas
de la acémila desdentada.
Acoplo,
desde una urbe
dantesca de saliva firme,
la lengua fétida
de palabras insostenibles.


Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-