DISPERSIONES

DISPERSIONES

sábado, 30 de noviembre de 2013




Detalles del libro editado por la Asociación "Aguaviva" de Motril, con motivo del Recital Poético-Flamenco.-



RECITAL POÉTICO-FLAMENCO EN EL AUDITORIO DE LA VILLA DE SALOBREÑA (29-11-2013).-




Ayer viernes 29-11-2013, a las 21'00 horas, tuvo lugar un recital poético-flamenco en el Auditorio de la Villa de Salobreña. Público educado y entregado, que vibró con los bailaores y bailaoras, cantaores y cantaora, guitarristas, percusionistas, pianista y poetas.
Una noche de lujo en un lugar precioso donde se nos dio todo tipo de facilidades. La poesía fusionada con el flamenco: algo único y especial. Hay que vivirlo.






Este acto ha sido organizado por la Asociación "Aguaviva" de Motril. Gracias a todos los participantes por su implicación desinteresada y su buen hacer.-


PRESENTACIÓN POEMARIO "COMETA BLANCA SOBRE MAR AZUL". LIBRERÍA 1616 BOOKS. SALOBREÑA 29-11-2013.-














Magnífica y fructífera tarde-noche en la librería 1616 Books de Salobreña. Un buen rato en compañía de los niños que leyeron poemas de "Cometa blanca sobre mar azul". Me emocionaron sus lecturas y sus preguntas..., parece que esto va por buen camino... Gracias a todos los que me acompañaron. Como véis, se me cae la baba con mi hija Ana leyendo mis poemas: ella es mi principal fan!!!.


La belleza es la pátina del Universo, es la llave del
                    Universo,
y de cuándo en cuándo
la mirada flotaba sobre el ensimismamiento de una palabra
                    enarbolada,
enarbolada, desde el principio, donde
los ojos yacen en la mesa y la vasta agonía de los
                    perdones
del proscrito, que se convierte sólo en palabra
desgranando promesas
en los cánticos desiertos de guijarros sin mensaje
que yo atesoraba con infinito desdén,
cuando a lo lejos la palabra sangraba y supuraba, tercamente,
                     todas sus miradas
paciendo mansamente en tu ombligo,
desapareciendo aquella imagen que robaba mirando.  


                                                                                .........//////.........




Del poemario "La mirada fingida", de Juanjo Cuenca.-


Sí, otra vez me alejo, o vuelvo, sobre estos pasos
                    mudos de deseo,
mudos hasta este instante, y es una vuelta fingida,
es un corazón fingido también,
es una flor marchita de payaso que me moja
                     en el pecho,
que ha anidado en mi pecho y enraíza débilmente
bajo mi camisa recién planchada y húmeda
                      desde esta tarde
inconsciente...
sigue el viento
y yo pienso
que ya venía mojado antes de ahora porque en mí mismo soy
                      agua
resplandeciente mojando las baldosas,
mientras sigue venteando,
mientras sigue venteando en el pasillo

                                                            Sí, es más fácil el olvido

y yo he huido sollozando,
y yo he huido, tranquilo, con toda la prisa del mundo,
para abandonarme a ese momento tibio donde sólo
                    cabía ella.

Y vi que con el paso de los años,
de todos los años que aún no han venido, que no
                    nos han vomitado,
te sentía más viva sobre mis manos,
más trémula ante las caricias insistentes un
                    poco vencidas ya,
las caricias que revoloteaban meciéndose húmedas
en el nacimiento de tu espalda de camino alborotado.
No me dejó saciar. No me llegó a saciar.
Bastaba rozarla
con el miedo de ser siempre la primera vez,
con el miedo cayéndole lánguidamene sobre
                    el alma,
blanca, aquietada, sumisa,
sobre el alma donde se escondía una noche
de celo antiguo y cegador,
una noche que me recordaba
-que yo he recordado desde entonces y para siempre
                    como un instinto-
que yo recordaba antes
como si fuera un lienzo que buscara reflejarte inmóvil
                    depués de unas tenues pinceladas,
que te abrazaba para morir, y dibujándola,
paseé exhausto para encontrarla sumergida,
para saciarla de luces, hueco a hueco,
para vararme en una de sus esquinas,
para volarnos sobre una grieta de tela,
sobre una tela hecha de pieles
y que más tarde, de pronto, nos envolvía en extraños drapeados,
y otra vez y otra,
y vi que la noche era inmensa y nuestra
sinceramente,
comenzando a expandirse,
comenzando a arañar aquella alma voluble
que mojaba y mojaba mi mejilla.


                                                         ............//////.............




Del poemario "La mirada fingida", de Juanjo Cuenca.-

jueves, 28 de noviembre de 2013



                                                            Y entonces he entendido
que, después de tantos besos, es imposible recorrer lo andado,
que nada es igual,
que nada se perpetúa, o casi, tras haberse vivido,
y que ahora el cielo no es un techo seguro,
y seguramente
tampoco lo fue antes cuando fue compartido,
y tampoco lo será entre cristales que fueron ventanas,
y tampoco las lágrimas vuelan sobre jilgueros que ahora
                    dormitan en este triste alféizar...
y yo estuve de pronto seguro,
seguro amándote, seguro con la únca coraza de esta piel
                    anodina y fría y destartalada,
lamiendo ecos y risas abiertamente,
lamiéndome otras heridas
para decir que no me importa la piel,
y pensar, descuidadamente, como acercarte a mi boca
                     y a mis ojos
y aborrecer para siempre, como un compungido Otelo,
todo lo que te toca, arañando pedazo a pedazo,
arañando, efusivamente, toda la carne y el aire
                    que me sabe a ti.


                                                                                ........//////.........



Del poemario "La mirada fingida", de Juanjo Cuenca.-


Y, cuando salgo de ella apresurado, tropiezo con todo,
                    no recuerdo,
y sé que no hay vuelta atrás y aún así lo intento,
y sé que no hay vuelta atrás y aún así me miento:
sí, pensad, son muchos los recuerdos,
son los recuerdos lejos de esta orilla lo que estoy viendo:
las piedras que jalonan una a una mis miserias,
las aguas someras que nunc discurren por el mismo
                    sitio,
el cañizar endeble como huesos de un recién nacido
                    que pide calor con la mano,
y los pensamientos,
y los pensamientos extenuados y frágiles como un eco
                    desdichado que nadie atesora,
que nadie oye y vuela alto
entre dos ojos tímidos y extraviados,
y los árboles, los dedos verdes de Dios, que retienen la memoria
                    entre sus ramas,
y el tiempo que agoniza terco,
y un segundo que pulula entre las esferas
-sigue este maldito viento-
sigue pululando un segundo entre las esferas que enarbolan
                    su desgracia,
y se queda en un intento de tiempo sólo
mientras sigue venteando,
mientras sigue venteando y en el pasillo que se aleja,
en el pasillo que es como el cordón umbilical del destierro,
en el pasillo angosto que sube hasta tu puerta,
está recitando un niño,
un niño hecho de agua y almidón al que el viento
                    llega al ombligo,
un niño que también es aire,
que también sonríe sin labios,
que también conoce que ahora todo está vacío.

                    Y todo en el pasillo, todo irremediablemente en el pasillo,
                    emergiéndose y venteando desde siempre,
                    emergiéndose y venteando
                    tercamente;
                    detrás de cada puerta cerrada.

Y todo en el pasillo emergiéndose tras ese viento,
tras, quizás, ese cristal hecho de agua,
tras el silencio que es como una pared encalada
que se queda fijamente quieta deseándonos suerte,
deseándonos camino,
y emerge de nuevo el soliloquio del viento
entre la grieta vegetal que despide olores
                    de terciopelo en el pasillo
que una vez vivió habitado...


                                                     ...........////////...........



Del poemario "La mirada fingida", de Juanjo Cuenca.-

miércoles, 27 de noviembre de 2013



                                                                         III



La certeza del miedo también es su mensajera,
la placidez total y voluble
donde esa certeza se desdibuja y acomete la ambigüedad
                    prometedora,
y donde toda razón se enerva hasta quedarse solo en
                    aire,
la ambigüedad de todo, que antes, o ahora, es el
                    mensaje inquieto que nos dice el cielo,
la ambigüedad que ronca mientras desgrana palabras,
que acompaña al vino en nombre de Dios
                    desdichado,
que acompaña una razón de feria donde los niños
                    mueren con los ojos abiertos.

Y nada parece ahora lo que era,
y nada parece que haya cambiado en esta clase
sombría sin ruido ni pizarra,
sombría desde que ha salido el sol,
sombría sin ruido de lecciones recitadas
                    de memoria.
-Sí, es la misma clase-,
es y familiarmente viene siendo la misma clase,
con sus paredes tendidas que van mudando
desde el cetrino más incontrolado y puro hasta el gris hosco y
                    viejo;
y esta puerta,
este escudo hermético es la tabla a la que
                    me aferré como un náufrago,
y este vacío, este vacío
                                        
                                        ¿acaso no estaba esta clase llena de ruido
                                        hasta hace poco?

¿no he escuchado todos sus ecos,
-hace un momento solo-
desangrándose en migajas como la arena de una infinita
playa?
y después,
¿no lo estoy volviendo a escuchar?
¿cómo balbucea
y cómo, por fin, se va tornando palabra,
meciéndola y haciéndose más ruido y gritando
ante mi mirada perpleja que se asienta en esta clase
ahora oscura y cariacontecida
donde lloro mis recuerdos,
ahora oscura de tanta luz que había derrochado,
y hasta hace un momento estaba llena?
y, antes de que suene el timbre:
salgo:
                    Desde hace años está barriendo el viento el suelo
dentro de ella,
es un viento lejano como el beso de un condenado,
es un viento incansablemente aventurero,
incansablemente hablando que ventea,
incansablemente soplando siempre sin secar nada;
y, aún así, desde hace años
entre este viento
se esconde una hoja de bloc amarilleada
de trozos totales que intentan decir algo,
hay un suspiro que se llena de viento
y hay unos labios que saben a chicle de menta,
y hay un miendo inmenso que se está haciendo valiente,
que se arrepiente de ser miedo y que es viento...


                                                                                    ......../////...........



Del poemario "La mirada fingida", de Juanjo Cuenca.-

martes, 26 de noviembre de 2013



Y ahora tú te ríes cada vez que te confieso,
sonriendo algo así como de medio lado,
sonriendo en la tristeza,
soltando los quejidos como en un pozo que se
                    acerca hasta tu serena ventana,
te ríes de aquellas palabras locas que te ponía
en el oído, lentas, con el peso de la
                    conciencia que empieza a ser madura
"-No era así, Juanjo,
el deseo no se olvida mientras empapa,
el deseo no se olvida, nunca, nunca, nunca,
sino que adormece y esconde todos sus frutos
y se posiciona agazapado esperando alcanzarte;:

                                                            Ya te alejas, Ana, por este urbano
                                                             resquicio de pasillos y aulas

donde jamás se hace de noche
en tus rodillas candadas de soportar la
                    pena,
en tus rodillas,

                                                             No es así, Juanjo,

y busco casi a tientas
un ruido donde encontrarte
desprevenida,
y comulgo cabizbajo con la panacea de saberte en mi
                    sangre,
panacea de andar por casa

                                                              No te acostumbres:
                                                              no siempre querré quererte

y
como se mece altiva el agua frente al sediento,
se fue apagando la prisa,
se fue apagando el dolor de tanto mirarte, Ana,
y me volví contigo y para ti invisible,
y me volví guerrero con su lanza,
y me volví guerreando,
guerreando hasta ganar la plaza de tu lecho
                    y de tu alma.


                                                                       ...........////////...........



Del poemario "La mirada fingida", de Juanjo Cuenca.-

lunes, 25 de noviembre de 2013



Tú lo sigues viendo, por encima de todo. 
                                                            Cada mañana
era consuelo tenerte allí,
y los árboles que explotaban en yemas y se secaban
no merecían que nos cobijásemos en su sombra.
En aquel entonces
las horas eran más cortas,
no daban toda la vuelta al minutero,
¿lo has olvidado?
porque se escondían ingenuas entre los pliegues
de tu manga
-era invierno, lo sé- y en el lánguido verano
se enredaban en nuestros pies traviesas,
se enredaban con tu dedo meñique, enlazándose de puro gozo,
posándose todas en el aire de un beso,
pasando una y otra vez,
pasando todas por tus labios
y las ganas de comerte.
                                                            Y el día aquel
en el que tú no te encontrabas
se me hacía cuesta arriba desde siempre;
buscaba tu boca en silencio; ¿busqué en silencio?:
a gritos pedía llamarte, dolerte, quererte,
también reprocharte,
adorarte al fin y al cabo.
¿No lo intuías?. Dolerte era infinitamente, muy
                    verdaderamente, más fácil que odiarte,
con tus manos de barro como un río sin cauce,
con los ojos jóvenes como una palabra recién lanzada,
con los ojos incautos que escondemos en el cajón de
                    la cómoda en la habitación de otro,
con los ojos ciegos de ese fuego que ardía hacia
                    adentro, siempre;
llamarte era como hacerlo sin voz, como hacerlo despacio,
y desde esa voz muda
era como ayudarte a que no estuvieras,
pero regresabas a segunda hora,
impasible, seria, largamente delgada,
impasible a la chispa perpetua de mi llamada
                    sin sonido,
impasible a todo lo mundano que no podía
hacerte sombra
porque tú eres, eres, luz diáfana en un pasillo,
y yo utilizaba mi perro lazarillo para distinguirte,
y me acoplaba como unas alas perfectas a tu espalda
                    que se me resbalaba un poquito cada vez
porque nunca antes te habían pedido abarcar mis
                    brazos.
Y reprocharte, apenas sin convicción, sin talento,
apurando la bocanada de aire que me faltaba;
y quererte;
y adorarte era una empresa nimia
en aderezos y convulsiones,
y llamarte, de nuevo, aglutinando todos los deseos
                    que no me cabían en los bolsillos
y se me derramaban y empapaban y olvidaban...


                                                                             ........../////...........




Del poemario "La mirada fingida", de Juanjo Cuenca.-

domingo, 24 de noviembre de 2013





Siempre supiste ver en mí, siempre, desde
                    todos los principios;
no hacían falta las palabras,
no hacían falta las palabras, sino el ruido
                    que anidaba en nuestros pechos,
el ir y venir de aquellas caricias derramadas y
                    proscritas,
el ir y venir de todas las cosas.
No hubiera querido que fuese de otra forma; no hubiera
                    querido cambiar nada, ni el más mínimo roce.
Y tú, Ana, te paseabas por mi vida amontonada,
tratando de rehacer el puzzle en el que se había
convertido mi vida,
y tratabas de abalanzarte sobre mí detrás de cada
                     sombra,
y tratabas antes de todo,
y tratabas de arrancarme lo que siempre fue tuyo.

Aún recuerdo cómo me robaste el primer beso; quizás
                     cómo nos robamos; de improviso, ágil, derrotado,
aquel primer beso.
Tenía la duda como una mancha de mentira -el deseo
me embriagaba- en el corazón que latía espaciado
sobre aquel sofá que a modo de barco -sí, ya
                     siempre fue nuestro barco- nos llevaría
hasta la más dulce de las derivas,
buceando en tu boca igual que una palabra sin dueño,
buceando en los olores que tocaba con las yemas,
cerrando muy fuerte los ojos y nuestros corazones
para que no cupiese nadie ni nada, y la risa
se nos caía por el pecho,
el pecho que siempre has utilizado para volarte,
para escaparte a parajes donde no me atrevo a
                     asomarme,
y después la vergüenza, la prisa, el mirar de reojo
el reloj, aquel triste reloj de esfera blanca,
mientras los espasmos prendían en tu cuerpo y de
                     tus velas
y yo me juraba que siempre sería tu marinero.
Y tratabas de retenerme,
sigues tratando de retenerme con tus ojos, con esos ojos
que se han quedado huérfanos de cuento
                     y de caricias,
porque ahora lo miras todo,
lo estás mirando todo ya sin importarte demasiado...

                                                            Y siempre te encuentro mirando, callada.

                                                                                          Nos escapábamos de todos
por la puerta que siempre estaba abierta
                     para nosotros;
no podía imaginarme todo lo que vendría: "Tienes las
manos frías y el corazón no te cabe en un vaso de vino".
Y tú te reías elevándote un palmo del suelo
de tan leve que era tu risa:
"-Estoy hecha de nieve, de la primera nieve;
voy derramándome poquito a poco,
mientras guardo el corazón en una funda-".
Y seguiste riéndote cada día
porque siempre supíste ver en mí; siempre lo
                     supíste,
el principio de lo que tú augurabas desde
                     el primer instante,
el principio de lo que se escapaba a borbotones
revoloteando por encima de cabezas y pupitres,
revoloteando como el hambre después del sexo,
revoloteando como el suspiro de un dardo;
y era un principio donde podíamos encontrarnos,
donde podíamos hacer un nido,
                     donde morir tranquilos,
donde morir tranquilos
exhaustos de tocarnos cons los dedos y mirarnos
                     sin vernos,
casi, casi, sin vernos,
para aborrecer la física y el latín que
                     nos robaba encuentros,
y cada caricia era un logro que nos enmudecía,
una batalla ganada desde la trinchera
como si no supiera ya volver a otro lado,
como si no esperara más vida, triste vida,
como si ahuyentaras los fantasmas que vivían entre
                     nosotros,
como si ahuyentaras los fantasmas que nos daban la mano.


                                                                                           ..........////...........



Del poemario "La mirada fingida", de Juanjo Cuenca.-