DISPERSIONES

DISPERSIONES

miércoles, 27 de noviembre de 2013



                                                                         III



La certeza del miedo también es su mensajera,
la placidez total y voluble
donde esa certeza se desdibuja y acomete la ambigüedad
                    prometedora,
y donde toda razón se enerva hasta quedarse solo en
                    aire,
la ambigüedad de todo, que antes, o ahora, es el
                    mensaje inquieto que nos dice el cielo,
la ambigüedad que ronca mientras desgrana palabras,
que acompaña al vino en nombre de Dios
                    desdichado,
que acompaña una razón de feria donde los niños
                    mueren con los ojos abiertos.

Y nada parece ahora lo que era,
y nada parece que haya cambiado en esta clase
sombría sin ruido ni pizarra,
sombría desde que ha salido el sol,
sombría sin ruido de lecciones recitadas
                    de memoria.
-Sí, es la misma clase-,
es y familiarmente viene siendo la misma clase,
con sus paredes tendidas que van mudando
desde el cetrino más incontrolado y puro hasta el gris hosco y
                    viejo;
y esta puerta,
este escudo hermético es la tabla a la que
                    me aferré como un náufrago,
y este vacío, este vacío
                                        
                                        ¿acaso no estaba esta clase llena de ruido
                                        hasta hace poco?

¿no he escuchado todos sus ecos,
-hace un momento solo-
desangrándose en migajas como la arena de una infinita
playa?
y después,
¿no lo estoy volviendo a escuchar?
¿cómo balbucea
y cómo, por fin, se va tornando palabra,
meciéndola y haciéndose más ruido y gritando
ante mi mirada perpleja que se asienta en esta clase
ahora oscura y cariacontecida
donde lloro mis recuerdos,
ahora oscura de tanta luz que había derrochado,
y hasta hace un momento estaba llena?
y, antes de que suene el timbre:
salgo:
                    Desde hace años está barriendo el viento el suelo
dentro de ella,
es un viento lejano como el beso de un condenado,
es un viento incansablemente aventurero,
incansablemente hablando que ventea,
incansablemente soplando siempre sin secar nada;
y, aún así, desde hace años
entre este viento
se esconde una hoja de bloc amarilleada
de trozos totales que intentan decir algo,
hay un suspiro que se llena de viento
y hay unos labios que saben a chicle de menta,
y hay un miendo inmenso que se está haciendo valiente,
que se arrepiente de ser miedo y que es viento...


                                                                                    ......../////...........



Del poemario "La mirada fingida", de Juanjo Cuenca.-

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