DISPERSIONES

DISPERSIONES

sábado, 30 de junio de 2012

Y recuerdas: ya salieron otros pasos
después de la primavera, ya el llanto
y otros bosques olvidaron de 
aquella historia marcada con tiza
y azufre.
Era cierto no perderse detrás de la fragua
ni mirar el calendario;
la luna por un hueco
entumece esta paisaje tiznado
de oropéndolas
que anidan en el centro de tu párpado.
Hay un terrón de azúcar para
el gato, y galletas sobre el mármol
donde tu codo descansa este cuento.

Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
No vale el olvido,
no podemos permitirnos ese lujo
de grieta ancha, de aguas someras
que ablandan tablas.
Tampoco desaflojes el bozal de otros tiempos
más felices que aún malviven en tu conquista;
te colgarás del pecho un labio hervido
en menta
y disfrutarás de vaivenes como el de la
diapositiva,
y los dibujos cubrirán el promontorio de tu
lecho
lleno de mensajes ambiguos.
Será más cierto esperarte con el párpado
abierto mientras huyes ciega
más allá del norte: entra en mi sueño
de gaitas precoces y mentiras.

Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-

viernes, 29 de junio de 2012

Ni me recordaste un minuto
regalado que grita y proclama:
un siniestro baluarte te condecora
y pides otras cerveza mientras comulgas.
De aquellos pájaros no quiero hallarte:
vuélame tras ellos,
que no soy habitáculo sereno, no soy tierno,
ni tú eres pan que disfrace el hambre:
eres migaja más que otra cosa.

Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
En un murmullo encontré tu pálpito
agazapado,
de las tardes en que he soñado de tu furia;
de tu Dios que te abandona y te recoge
en trozos esparcidos sobre el liquen
de mi hombro;
de tus hijos desdentados como gárgolas
de la noche, de mi noche, de mil noches
precoces que no espero;
de los buques que zozobran entre sábanas
y alforjas de medio pelo que no encuentran
arena blanca que los ame
un segundo;
vendrán veranos, tus escamas y tus cómplices
que han elegido no acompañarte.
Buscaré esconderme. Sólo eso.

Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-

miércoles, 27 de junio de 2012

Vinieras ausente
como el lagarto que sincroniza sus patas
con el parpadeo de tu vientre enjuto.
Te me fueras un instante,
mientras tu voz se diluye en agua
estancada,
o pierdes la guerra acribillada
o te deshaces como una mota amarillenta
sobre el pelo austero del pubis.
Te descolgaras sobre el lienzo
que derrama ínfimos retazos de mi lengua
entre surcos de una humanidad abatida
a balazos.
Te alejaras para siempre, casi,
mientras dudo si has venido.

Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
Ni paga la prisa su tributo en dirhams
ni el pastor acicala el hocico de ovejas
con hambruna. Sé 
que has pisado las flores de la orilla
por encargo de tu pasión desmedida
mientras el coronel no escribe a nadie
ni la muchacha lee cuentos donde alguien
te besa por descuido
y promete serte infiel con los carrizos
que son arrancados para hacer techos
y abanicos.
Donde quiera que pises
tu huella vacia me mira sin retorno
ni palabras dichas junto al fuego.
El coronel ya no escribe.
¿Para qué sirve el anverso de tu dedo?.

Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
Durmieras como aquel dia
repleto de paquetes en la buhardilla,
atesorados los cúmulos que reventaban
suplicios en tu cadera
mientras la carcoma pululaba entre huesos
de alabastro.
Ni decirte tengo que el aire quemaba
rastrojos de olor a melaza. Sugiéreme
un poema que desgañite mi garganta
en un alarido de lobo nostálgico,
ventisca más, ventisca menos
golpeando el alféizar de tu frente
en la quimera de la prisa sin rumbo.
Juegan los niños en el patio
de caramelos repletos los bolsillos.
Durmieras como aquel día triste.
Sólo como aquel día.


Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
De la penumbra, como el quise certero
de un quiero y no puedo,
has salido indemne tú y tus corsarios
despojando racimos de uñas selectas.
Y entonces:
hurgas tocando trompetas que apartan
escombros y descuelgan nidos de golondrina;
y puedo sentir frío más allá de junio.
Y deseo estrecharte socarronamente
esparciendo tu miseria a golpe
de caricia,
obligándote a entrar en la niebla
liviana de una sábana de franela.

Aléjate despacio, carroña, que ya no queda nada.
Acaso el ínfimo secreto de tu sonrisa perenne.


Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-

lunes, 25 de junio de 2012

Pide lismosna certera.
Que el ocaso acaso se haga naipe
de harapo,
donde guardas níveos pechos
adormecedores del jugador más próximo
que te invade por la nuca.
Sabías que la rigidez de palabras
fumosas
te absorbería a aquel páramo cálido
de fango cetrino,
donde el tiempo juega una partida
con un as en la manga.


Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
El día de la Independencia
llega a tu hombro con cadencias
nostálgicas de lánguidos dedos
y mágicas semillas que recubren
tu dorso;
Despierta. Bebe. Aprieta.
Busca en el andamio de mi pierna
un oscuro ungüento para males
peores
de un desencanto que atisba en el mar
bocas de mandarina:
ojalá te arrepientas de cuando en cuando,
suspiro por consolarme.
Búscame a través de una pierna
que no me pertenece,
que camina por sí sola.


Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
Me busco en las copas
derruidas por la lluvia amarilla
de tu mirada de otro tiempo,
de andrajos prohibidos
que vistes en días de fiesta
y veranos calurosos
de estirpe franca.
Acaso dude un momento
en voltearte.
Y después, mimarte.


Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
No vendrás despacio como acostumbras,
ni el remanso del viento
me librará de tu aspereza
que lame uno a uno a los poderosos besos
de sabor acre.
Contempla. Absorbe desde el filo
arrugas que no lucieron
esta mañana callada e improvista,
embarca con tu maleta
hecha de jirones como púas
de estilete efímero
donde guardas el rencor 
como una llaga;
o como cuando el triunfo te cerca
de lejos y desde en medio
asolanando tu cuerpo mediocre.


Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-

viernes, 22 de junio de 2012

Envía tu foto oscura.
Cruza el albergue y despista
la callejuela alocada
que lleva al estanque turbio
donde las ranas zambullen
las ancas bajo espuma
que pinta habitaciones
con remiendos en el techo;
mirarte es asombro
de quien no encuentra
reposo.
Ni soy Dios, ni algo
que me diga ni lo uno
ni lo otro.
Te acercas vestida de apariencias,
como álamo de herrumbre
que cojea en el invierno.


Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
La noche supura encuentros
embotellados sobre tableros de madera
que recogen eclipses de polvo
diverso y,
revestidas de hojas de infancia
que albergan bajo la falda
una campana quieta.
De esos gritos audaces
me despego hasta la eternidad
sin límite que dibuja
ahora flores de silicona
barata,
senderos de capellanes prietos
porque no saliste
victoriosa entre horrendos planos
de discernimiento.
Sé que mi mentira
no puebla rincones alopécicos 
ni cicatrices.
No te andes por las ramas.


Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
Sufrieras como carne que tañe
en la oscuridad de la noche.
Las vidrieras como ojo crispado
de ocelote
purgan destellos en vientres
que se me abren entre el muslo:
mejor me olvidaras un mucho
sin recuerdo
de otro tiempo sin contemplaciones.
Volvieras a referirte
a ese antojo pusilánime
que me abandona
desde la orilla poblada de flores
aciagas,
y la luciérnaga que promete
pero no mira recodos
sería mi guía siniestra.
Poblaría, entonces,
árboles frios de desmanes
múltiples, acuosos, libertinos
como la suerte de un sueño tenaz.
Pero dispones que sea poca
la pereza que me engulle
desde el ombligo,
aunque disten mil recuerdos.


Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
Medianamente me desperecé bajo la sombra de la aljibe solitaria,
 oía el rumor de pasos descalzos entre callejuelas de adoquines con mil caras; 
arrastraba la acémila cuajarones de puertas que habían caido sublimes, a mis pies. 
Había ojos contemplando mi rostro enjuto y devastado como dueño del infortunio; ojos tristes, 
ojos inyectados en hebras de sangre, ojos sin ojos. 

Todo apuntaba al alba: la hoguera se desvanecía lentamente en compás de espera tras mis huesos flojos. 
¿Qué ha quedado de mi vida?. 
 Sólo ascuas, como rescoldos de un sueño apagado, pugnando por hacerse ver entre las cenizas.


 Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-