En un murmullo encontré tu pálpito
agazapado,
de las tardes en que he soñado de tu furia;
de tu Dios que te abandona y te recoge
en trozos esparcidos sobre el liquen
de mi hombro;
de tus hijos desdentados como gárgolas
de la noche, de mi noche, de mil noches
precoces que no espero;
de los buques que zozobran entre sábanas
y alforjas de medio pelo que no encuentran
arena blanca que los ame
un segundo;
vendrán veranos, tus escamas y tus cómplices
que han elegido no acompañarte.
Buscaré esconderme. Sólo eso.
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