DISPERSIONES

DISPERSIONES

martes, 27 de marzo de 2012


QUE QUINCE AÑOS NO ES NADA


Todo se acaba, tarde o temprano. Eso es casi de lo único que podemos estar seguros. La vida pasa y se pasea por delante de nuestras narices y no nos damos cuenta de que día tras día se va escurriendo un poco más hasta el final. Así ha sido y así
será por siempre.
Año 2012. En este febrero tan desapacible nos ha dejado un gran amigo y mejor persona. Y lo ha hecho justo en el mes que su querida “revistilla”, EL MATUSALÉN, cumple 15 años. Rafael García Fajardo se ha ido, si, pero no ha sido del todo: ahí nos quedan esos quince años de historias y vivencias que siempre harán que aflore a nuestros labios una cómplice sonrisa cuando oigamos pronunciar su nombre.
Y no todo ha sido un camino de rosas en estos años, al contrario. Recuerdo a Don Rafael (para mí siempre será Don Rafael, no ya por respeto a su edad, sino por respeto a su terca sabiduría) en un eterno peregrinar por concejalías y otros organismos en busca de patrocinio para la revista. Una marcha a contrarreloj para sacar el número correspondiente al mes en curso a su debido tiempo y en su mejor forma. No me extrañaría en absoluto que más de una vez hubiera tenido que haber puesto dinero de su propio bolsillo… Se quejaba también a menudo Don Rafael de que le fallaban los articulistas y colaboradores, que no tenía a nadie de quien echar mano para que escribiera unas palabras para un artículo, lo que se traducía en que, para suplir esta carencia, él tenía que derramar sus innumerables historias en muchos, muchísimos artículos que hacían siempre nuestras delicias.
Aún lo recuerdo, claro, y mucho, como cuando se acercaba paseando hasta su querido Club Náutico con su eterna gorra como un marinero sin puerto. Iba regalando sonrisas, apretones de manos, palabras cariñosas y sabias… y te mostraba ufano como había quedado el último número mientras te conminaba a que te lo llevaras y lo leyeras. Aún así, aunque cada vez que se encontraba conmigo me invitaba una y otra vez a colaborar con la revista, algo que tardé bastante en hacer porque nunca encontraba el momento idóneo. Hasta que un día, después de escucharle por enésima vez quejarse del poco apoyo que tenía (tanto institucional como de colaboradores) y de verlo más abatido que de costumbre, le dije que no se preocupara, que me comprometía a escribir un artículo mensualmente para la revista.
- “Revistilla”, -me corrigió él-. Casi todo el mundo la llama así y a mí me gusta que así sea. Pero sólo te pido una cosa, Juanjo: puedes escribir sobre lo que quieras y como quieras. Lo único que te pido es que respetes la regla de “las dos pes”.
- ¿Y qué regla es esa, Don Rafael?
Y mirándome a los ojos de hito en hito con una sonrisa pícara asomando a su rostro, me contestó:
- Nunca, pero nunca ¿eh?, escribas en mi revista sobre Putas o sobre Política…
Con el tiempo entendí que a lo que se refería Don Rafael no era exactamente a esas señoritas ligeras de ropa de los clubes y algunas carreteras (que también), sino al sexo en general. No caer en lo obsceno ni en lo chabacano, esa era su obsesión. Por lo demás, carta blanca.
Pues sí, todo un carácter. Como la última vez que hablé con él, tres o cuatro días antes de que se marchara. Paseaba por las Explanadas (¡cuántos vinos nos hemos tomado en sus terrazas!) y parecía algo perdido y triste.
- Ya ves, Juanjo, 15 años ya con la revistilla y cada vez me cuesta más trabajo que salga a la calle. Esta crisis…
Charlamos un rato (si hubiera sabido que era la última vez que lo veía le hubiese preguntado tantas, tantas cosas) y después se alejó tras darme un leve y derrotado apretón en el hombro. Cuando ya me había dado la vuelta para marcharme, me acordé de repente de algo que le había prometido hacía tiempo. Me acerqué a toda prisa hasta él y le regalé un poemario mío en el que tenía especial interés.
- ¿Se lo dedico, Don Rafael?.
- No, no. Así está muy bien. Las dedicatorias son para los epitafios…
Ahora se alejó definitivamente, con su libro bajo el brazo y una sonrisa blanca como el alma de un niño.
Suerte, Don Rafael, allá donde quiera que se haya instalado. Cada vez que tengo su querida “revistilla” en las manos, será como tener un trozo de su carne y de sus ganas de vida.
Y que esto no valga como epitafio. Nunca.

(En recuerdo de mi gran amigo Rafael García Fajardo, allá donde esté).-

jueves, 22 de marzo de 2012

"Conócete a ti mismo". (Sócrates).-
"Cuando estoy yo, la muerte no está; cuando está la muerte, yo no estoy". (Epicuro).-
"Los recuerdos son la marca perceptible de lo que hemos vivido". (Patrick Estrade).-
"La vida no es lo que se ha vivido, sino de lo que uno se acuerda y cómo se acuerda". (G.García Márquez).-
"Todas las profesiones son envidiables, lo único pesado es ejercerlas". (Noel Clarasó).-
"La persona más útil es la que te salva de la vergüenza". (André Chouraqui).-
"No he trabajado ni un día en toda mi vida. Todo fue diversión". (Thomas Edison).-
"La elegancia es olvidar lo que uno lleva puesto". (Yves Saint Laurent).-
"Vestirse bien es un acto de gratitud hacia uno mismo y de cortesía hacia los demás". (Stefano Pilati).-
"El más difícil no es el primer beso, sino el último". (Paul Geraldy).-
"No te entretengas en coger flores, sigue caminando que las flores alegrarán tu camino". (R.Tagore).-

lunes, 12 de marzo de 2012


LA TRANSFORMACIÓN

No se si ustedes se habrán parado a pensar alguna vez en un acontecimiento, cuando menos, curioso. Un acontecimiento que se repite cíclicamente como las plagas de Egipto cada primero de año. Me refiero a LAS REBAJAS, claro, esa fecha soñada con igual anhelo tanto por sufridas amas de casa que apenas llegan a final de mes, como por el más opulento y acomodado de los mortales. Pues sí, como decía, un fenómeno curioso el de las rebajas. Sobre todo si prestamos atención a la transformación tan radical que opera en nuestros ávidos cuerpos y almas. Si no me creen, les invito a pasearse por cualquier comercio de nuestra ciudad que luzca en sus escaparates el tan ansiado cartelito.
Lo primero que nos llama poderosamente la atención es que en rebajas compramos porque sí, porque está barato. Si bien es cierto que hay personas que aguardan estas fechas para hacerse por un precio más económico de algo que necesita desde hace tiempo (unos zapatos, que en los antiguos ya casi asoma la uña del dedo gordo por la puntera; unos pantalones para el niño, que hay que ver cómo crece el condenado que todo se le ha quedado chico; o unas sábanas nuevas para la cama de matrimonio, que ya tienen más “guerra” que la tienda de campaña de un “indignado”), la mayoría de las veces compramos compulsivamente por el mero hecho de que el objeto en cuestión vale unos cuantos euros menos:
- María, ¿no ves que el jersey tiene un pequeño descosido en la manga?.
- Da igual, total, para lo que cuesta…, y seguro que por el descosido aún me hacen más descuento. Mira a ver bien si tiene algún otro roto o alguna mancha, ¡que éste me lo llevo casi regalado!.
Y de nada sirve que tengamos el armario que se nos viene debajo de tantos jerseys que no usamos, o que esa ganga que creemos insuperable termine irremediablemente perdida y olvidada en cualquier cajón de cualquier cómoda: hay que comprar porque son rebajas, coño.
Y entonces las calles se llenan de sufridos maridos, hermanos o padres embutidos en chillones e imposibles jerseys tres tallas menos (ya darán de sí, no te preocupes, que es sólo al principio, nos dicen), que nos hacen detenernos cada quince pasos para tomar aliento de lo ajustados; o zapatos preciosos, sí, pero que nos van haciendo tanto daño que preferiríamos ir con los del dedo gordo por fuera.
- ¡Ay, María!, que me aprietan mucho los zapatos.
- ¡Cómo eres, Luís!. Es que se tienen que ir haciendo al pie.
- Pero es que el otro día me dijo mi amigo Antonio que iba caminando como Chiquito de la Calzada…
- Pues anda que no es exagerado tu amigo Antonio ni ná…
Pero no nos equivoquemos. Las rebajas son, ante todo, un fenómeno de masas. Ya no son sólo las féminas las que se descoyuntan la nuca o se desbaratan el moño tirando como fieras enjauladas de la manga de un abrigo, sino que también los
hombres pugnan ahora en las colas de los comercios para hacerse con la adictiva ganga.
Otro caso curioso es el de la señora que viendo que está tan barato, compra cinco faldas del mismo color y modelo (aunque de diferente talla, gracias al Cielo), para ella, para la hija, la madre y hasta para la abuela, que así lucirá más moderna.
- Pero mamá, ¿y tanta falda?.
- Ay, hija, para lo que me han costado…
¿Y que me dicen de las interminables colas dos horas y media antes de que abra la tienda?. Gente que lo más temprano que se ha levantado en la vida ha sido a las doce del mediodía, son capaces de atrincherarse en la acera frente al escaparate desde las siete de la mañana. Y luego a por churros, con la satisfacción del deber cumplido.
A propósito, ahora dejo de escribir porque tengo que acercarme al maestro zapatero, a ver si me pone la horma para ensancharme un par de tallas las botas. Que como diría mi amigo Chiquito: ¡¡no puedorr, no puedorr!!. Jesús, que cruz…



viernes, 2 de marzo de 2012

"Cuando uno posee la palabra, ya posee la cosa". (Sofocles).-
"El primer beso es mágico, el segundo íntimo, el tercero rutinario". (Raymond Chanbler).-
"Un beso legal nunca vale tanto como un beso robado". (Guy de Maupassant).-
"Hay un tiempo para hablar y otro para callar". (Eclesiastés).-
"La democracia debe estar en constante vigilancia para que no acabe en dictadura o en guerra". (B. Mendricks).-
"De los sentidos, el oido es el más espiritual". (Kierkegaard).-
"La música es el orden del alma". (Platón).-
"Toda situación por lo horrible que sea, es suceptible de empeorar". (Ley de Murphy).-
"Las monedas tienen cara y cruz".-
Si queremos que todo siga igual, es preciso que todo cambie. "T. de Lampedusa".-