Huye la otra estepa
entre colinas de risas inciertas
abrasando el pecho que no late.
Saciado de cúmulos que asfixian
se detiene observando tu mirada:
no hay desdén
que solape el universo de un estío.
Esas calles tan maltrechas,
de adoquines que antojan besos,
palpitan a raudales de voz
y de cuerpos descalzos.
Otrora se figura la sombra
que se arrastra coleando
pidiendo a gritos paso,
paso a paso.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
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