Cae fuego en torrentes
de malhumorado festín,
amodorrado en lienzos que ocupan
destellos de calvicie.
Trota a pie descalzo
entre cañizos secos;
a oleadas se expande, despavorido,
musitando a gritos su media voz.
Roto queda y presuroso.
La mujer escupe saliva
en vorágine de caudalosos fetos
mientras cae la noche en un hueco distante.
Agolpado se desata:
barre enterezas perpetuas de crío
que solloza a un lado de esta estela,
marcando torres de piedra efímera.
Hay quien sueña,
en un sueño terco y profundo,
que el aire quema y envuelve
haciendo jirones la noche
que se despliega, mordaz como una lengua.
Del poemario Las ratas de la conciencia, de Juanjo Cuenca.-
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