LX
Caña.
Tu nombre me evoca son de mar.
Atardeceres ocres y distantes
que obedecen al ingenuo despertar
de mis apetitos más profundos,
a sal y a viento que gime
arrastrándose permisivo y gélido
desde la Sierra.
Caña.
Tu nombre -gracias- me empalaga.
Me huele a sudor de hombre
efimero, a cantina repleta
de vino añejo y de sueños,
a soledad compartida
con las piernas estiradas en la acera.
Caña.
Dulce nombre sonoro
con reminiscencias mulatas,
vestigio de un pasado
no tan remoto que esparce
su osadía como sirviente
en las entrañas de este pueblo
que te venera.
Del poemario "La agonía de la pavesa", de Juanjo Cuenca.-
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