A borbotones amanece,
cuál pálidos chorros
de vino ahogado.
Indeleble es la siega
de las hojas en un murmullo.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
DISPERSIONES

jueves, 27 de septiembre de 2012
Tras el peto se esconden
carnes sentadas junto al porche,
abriles eternos,
anquilosados vaivenes de sal
que pueblan tus caderas
estrechas,
aires que no encuentran rama
donde posarse,
donde estallar en suplicios
monótonos de arrugas venideras,
de huecos que se ensanchan
y miradas que se enturbian
atravesando canales de deseo,
riscos de aliento
y sudor evaporado,
con el cuello arqueado
hacia el fondo,
frágil,
como una crisálida de pensamiento.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
carnes sentadas junto al porche,
abriles eternos,
anquilosados vaivenes de sal
que pueblan tus caderas
estrechas,
aires que no encuentran rama
donde posarse,
donde estallar en suplicios
monótonos de arrugas venideras,
de huecos que se ensanchan
y miradas que se enturbian
atravesando canales de deseo,
riscos de aliento
y sudor evaporado,
con el cuello arqueado
hacia el fondo,
frágil,
como una crisálida de pensamiento.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
lunes, 24 de septiembre de 2012
Como terruñas salamanquesas
adheridas a la grieta
que penetra hasta el suelo
planean a bocajarro
cristales en el fango
salpicado de gárgolas
diminutas
mutaciones que corrigen
en los anversos de velas
rígidas como miembros
la ocasión de pintar
vides de papel
y meandros en las orillas
sublimes
acotadas en destierros
vaporosos y estertóreos
como aquel vuelo
amigo fiel de mis soledades.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
adheridas a la grieta
que penetra hasta el suelo
planean a bocajarro
cristales en el fango
salpicado de gárgolas
diminutas
mutaciones que corrigen
en los anversos de velas
rígidas como miembros
la ocasión de pintar
vides de papel
y meandros en las orillas
sublimes
acotadas en destierros
vaporosos y estertóreos
como aquel vuelo
amigo fiel de mis soledades.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
Me honra saberte fiel
a las campanadas que brotan
entre estertores de niebla
alcalina
sin que el devenir pausado
de mis genitales locos
pugne por sacar demonios
de lengua avara
de trípodes que sujetan
labios de hueso
pómulos que rayan vísceras
que no me pertenecen
aún después de elogios
que naufragan en tintes
de coágulos esparcidos
en tierra de nadie
en praderas de tumulto
acallado
paralelo a cuevas que descienden
por mi garganta
a paso de desnudo.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
a las campanadas que brotan
entre estertores de niebla
alcalina
sin que el devenir pausado
de mis genitales locos
pugne por sacar demonios
de lengua avara
de trípodes que sujetan
labios de hueso
pómulos que rayan vísceras
que no me pertenecen
aún después de elogios
que naufragan en tintes
de coágulos esparcidos
en tierra de nadie
en praderas de tumulto
acallado
paralelo a cuevas que descienden
por mi garganta
a paso de desnudo.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
lunes, 17 de septiembre de 2012
Te perdiste
vagando entre semáforos de ansiedad,
entre aceras noctámbulas
y avasalladas.
Me viste cansado.
Yo murmuré tu nombre.
Recordé que anduve por calles
donde lloraban niños de pecho.
Crucé ventanas y puertas
amenazado por cantos de jilguero.
Vi macetas de donde pendían
flores de agasajo, enredaderas
multiformes atrapando la reja.
Olí a mar.
A montaña cercana y a mercado,
a gente sin piedad
que gemía en el rincón más oscuro.
Mis suelas están gastadas:
el asfalto su funde entre madejas
de césped y de jardines
y de edificios.
Tampoco te encontré,
plegada entre sollozos.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
vagando entre semáforos de ansiedad,
entre aceras noctámbulas
y avasalladas.
Me viste cansado.
Yo murmuré tu nombre.
Recordé que anduve por calles
donde lloraban niños de pecho.
Crucé ventanas y puertas
amenazado por cantos de jilguero.
Vi macetas de donde pendían
flores de agasajo, enredaderas
multiformes atrapando la reja.
Olí a mar.
A montaña cercana y a mercado,
a gente sin piedad
que gemía en el rincón más oscuro.
Mis suelas están gastadas:
el asfalto su funde entre madejas
de césped y de jardines
y de edificios.
Tampoco te encontré,
plegada entre sollozos.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
La vida es una fiera
audaz,
acorralada detrás de un muro
de concupiscencia.
Se la oye susurrar
por encima del fragor
de deseos ocultos,
de temores inciertos.
Se la pisa
ahondando el rencor
de presagios limpios,
oscuros.
¡Barre la sombra
la efigie de la llama!.
Todo queda yerto:
asolanados cuerpos
que derriten miel,
frases que evocan
límpidos canales
de presunción.
Más si defenderse
no fuera necesario,
habría que morir
apartando dentelladas.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
audaz,
acorralada detrás de un muro
de concupiscencia.
Se la oye susurrar
por encima del fragor
de deseos ocultos,
de temores inciertos.
Se la pisa
ahondando el rencor
de presagios limpios,
oscuros.
¡Barre la sombra
la efigie de la llama!.
Todo queda yerto:
asolanados cuerpos
que derriten miel,
frases que evocan
límpidos canales
de presunción.
Más si defenderse
no fuera necesario,
habría que morir
apartando dentelladas.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
sábado, 15 de septiembre de 2012
Bromeabas,
saltando sobre la arena lívida
de reflejos,
atusando el cansancio de tus dedos
silíceos,
vomitando miradas que oscurecen
a cada paso.
Te estrellaste en el saliente
de mi pecho a intervalo,
despojándote de ropas húmedas
como la escarcha,
de sentimientos, claro,
de flirteos ambiguos
y de atardeceres.
Te levantaste
sobre el codo
abrupto,
encallado en el pliegue de las piedras,
cerraste la boca,
los ojos, el oído,
y bromeaste...
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
saltando sobre la arena lívida
de reflejos,
atusando el cansancio de tus dedos
silíceos,
vomitando miradas que oscurecen
a cada paso.
Te estrellaste en el saliente
de mi pecho a intervalo,
despojándote de ropas húmedas
como la escarcha,
de sentimientos, claro,
de flirteos ambiguos
y de atardeceres.
Te levantaste
sobre el codo
abrupto,
encallado en el pliegue de las piedras,
cerraste la boca,
los ojos, el oído,
y bromeaste...
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
Las voces suenan con descaro
expandiendo oleadas de azufre
apergaminado (sutil, a veces);
rodeado de ecos que elogian
sumisos tacones de mandrágora.
El pellejo se abre
desde el fondo.
Abriendo pasadizos que conducen
a ningún lado de alguna parte,
mascullando entre dientes salivas
ocres,
un fino beso descarado
otea tras el hombro.
No mereces que te diga
qué puede salvarte;
no la vale la pena sucumbirte
con sinuoso desparpajo
ni hablarte a solas
perdidos entre calles aciagas.
Tampoco me vendió
aquel lloro,
ni el sol ronco,
ni el sentido famélico.
Ni siquiera, ya ves,
el destartalado imperio de una sonrisa.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
expandiendo oleadas de azufre
apergaminado (sutil, a veces);
rodeado de ecos que elogian
sumisos tacones de mandrágora.
El pellejo se abre
desde el fondo.
Abriendo pasadizos que conducen
a ningún lado de alguna parte,
mascullando entre dientes salivas
ocres,
un fino beso descarado
otea tras el hombro.
No mereces que te diga
qué puede salvarte;
no la vale la pena sucumbirte
con sinuoso desparpajo
ni hablarte a solas
perdidos entre calles aciagas.
Tampoco me vendió
aquel lloro,
ni el sol ronco,
ni el sentido famélico.
Ni siquiera, ya ves,
el destartalado imperio de una sonrisa.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
martes, 11 de septiembre de 2012
Dulces bocanadas me emborrachan
de vientos perpetuos de azotea,
aquellos que castigan cornisas
de acero,
que mecen luego luces.
Las hojas bailan,
los ojos se cierran grises
como besos de otoño
detrás de un pupítre maltrecho.
Truena mi voz
afilada como espada
quebradiza:
ronca se me queda a solas
como piedra que rueda sobre el aspa.
Poco a poco descubrí el sendero
surcado de venas altivas
que llevaba a tu monte.
Igual que el mar descubre conchas
una a una,
lamiendo la arena.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
de vientos perpetuos de azotea,
aquellos que castigan cornisas
de acero,
que mecen luego luces.
Las hojas bailan,
los ojos se cierran grises
como besos de otoño
detrás de un pupítre maltrecho.
Truena mi voz
afilada como espada
quebradiza:
ronca se me queda a solas
como piedra que rueda sobre el aspa.
Poco a poco descubrí el sendero
surcado de venas altivas
que llevaba a tu monte.
Igual que el mar descubre conchas
una a una,
lamiendo la arena.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
Has surgido breve,
insinuando detrás de paredes
de mármol
gaviotas que se desgañitan inertes.
Te has asomado a la ventana
pulcra que refleja pabilos consumidos
desde el codo,
ahondando entre pliegues de tabla.
Has vomitado canciones.
Has vitoreado verdades
que son lentas, escapada,
derramada en acequia.
Me diste cuasia amarga
para curar mis fiebres altas:
aquellas que vinieron, húmedas,
mientras te añoraba.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
insinuando detrás de paredes
de mármol
gaviotas que se desgañitan inertes.
Te has asomado a la ventana
pulcra que refleja pabilos consumidos
desde el codo,
ahondando entre pliegues de tabla.
Has vomitado canciones.
Has vitoreado verdades
que son lentas, escapada,
derramada en acequia.
Me diste cuasia amarga
para curar mis fiebres altas:
aquellas que vinieron, húmedas,
mientras te añoraba.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
sábado, 8 de septiembre de 2012
Estoy habitando
a media luz entre aristas
que agonizan camaleónicas.
Las vísceras son mi cuna.
Génesis de mi conciencia:
¿tan apartada y lejana te encuentras,
adormecida entre fustán,
que olvidaste para qué sirvió la gesta?.
Se marchita a raudales
tu risa entrecana;
apretado y quedo está el malvís
entre los árboles de la desidia.
Ayer ensoberbeciste
mi alma sin disimulo.
Atrás se perdió todo:
me quedé meciendo un columpio...
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
a media luz entre aristas
que agonizan camaleónicas.
Las vísceras son mi cuna.
Génesis de mi conciencia:
¿tan apartada y lejana te encuentras,
adormecida entre fustán,
que olvidaste para qué sirvió la gesta?.
Se marchita a raudales
tu risa entrecana;
apretado y quedo está el malvís
entre los árboles de la desidia.
Ayer ensoberbeciste
mi alma sin disimulo.
Atrás se perdió todo:
me quedé meciendo un columpio...
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
Propongo un plan.
Albricias de caracolas
hundidas en la arena que van
arrastradas por las olas.
Las bocas que engendran
solaces melenas entre sus dientes,
navegan asiduas a las mareas que quiebran
la soledad con sus corrientes.
Apocado, imprecando males socarronamente
se desliza salaz por la llambría;
en el óbice de sus caderas y ausente,
iridiscente cuerpo de luz paría.
Hay un calor fungoso
bajo la sombra de la cubeba.
No me permito escalar el foso
que se esparce en la gándara de tu cueva.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
Albricias de caracolas
hundidas en la arena que van
arrastradas por las olas.
Las bocas que engendran
solaces melenas entre sus dientes,
navegan asiduas a las mareas que quiebran
la soledad con sus corrientes.
Apocado, imprecando males socarronamente
se desliza salaz por la llambría;
en el óbice de sus caderas y ausente,
iridiscente cuerpo de luz paría.
Hay un calor fungoso
bajo la sombra de la cubeba.
No me permito escalar el foso
que se esparce en la gándara de tu cueva.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
jueves, 6 de septiembre de 2012
Has sugerido,
dejando caer a intervalos
minucias que son tregua,
hacerme roer, crispado,
palabras ininteligibles.
Has rumoreado,
con tono de trueno sagaz
que brota desde tu pecho,
fiel alero de golondrina,
recuerdos que son pocos.
Has aplacado mi fuego
desde cimas poderosas
que coronan la penumbra de mis sueños
caídos en pertrechos sutiles.
Has amado, ya sé,
y yo he aprendido
a temerte,
lamentándome sin voz.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
dejando caer a intervalos
minucias que son tregua,
hacerme roer, crispado,
palabras ininteligibles.
Has rumoreado,
con tono de trueno sagaz
que brota desde tu pecho,
fiel alero de golondrina,
recuerdos que son pocos.
Has aplacado mi fuego
desde cimas poderosas
que coronan la penumbra de mis sueños
caídos en pertrechos sutiles.
Has amado, ya sé,
y yo he aprendido
a temerte,
lamentándome sin voz.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
No sé que me oprime tanto
para no dejarme respirar:
será el miedo que como un manto
me cubre de par en par.
Como agasajo desmesurado
me elevo en urna de polen,
que atraviesa la palma de lado a lado
en pequeño surco y grande mole.
Levito, entre hilos sagaces
de esporádico centelleo,
(siempre dignos y capaces),
como la honra y el devaneo.
Hay un mejunje que me aprisiona el habla
dejando atrás frases trémulas.
Hoy me agarro a esta tabla
de ojos tristes y carne sin fécula.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
para no dejarme respirar:
será el miedo que como un manto
me cubre de par en par.
Como agasajo desmesurado
me elevo en urna de polen,
que atraviesa la palma de lado a lado
en pequeño surco y grande mole.
Levito, entre hilos sagaces
de esporádico centelleo,
(siempre dignos y capaces),
como la honra y el devaneo.
Hay un mejunje que me aprisiona el habla
dejando atrás frases trémulas.
Hoy me agarro a esta tabla
de ojos tristes y carne sin fécula.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
miércoles, 5 de septiembre de 2012
Huye la otra estepa
entre colinas de risas inciertas
abrasando el pecho que no late.
Saciado de cúmulos que asfixian
se detiene observando tu mirada:
no hay desdén
que solape el universo de un estío.
Esas calles tan maltrechas,
de adoquines que antojan besos,
palpitan a raudales de voz
y de cuerpos descalzos.
Otrora se figura la sombra
que se arrastra coleando
pidiendo a gritos paso,
paso a paso.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
entre colinas de risas inciertas
abrasando el pecho que no late.
Saciado de cúmulos que asfixian
se detiene observando tu mirada:
no hay desdén
que solape el universo de un estío.
Esas calles tan maltrechas,
de adoquines que antojan besos,
palpitan a raudales de voz
y de cuerpos descalzos.
Otrora se figura la sombra
que se arrastra coleando
pidiendo a gritos paso,
paso a paso.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
Abortado queda el acordeón
que finge sin despecho,
igual que la ira en celo
allende otras cornisas.
Puede el pudor desvanecerse
entre abriles de olorosa intención:
más no queda satisfecho, ni magullado
de arañazos en el camino.
Somero se distingue
mientras pulula bajo terrones resecos.
Hay un canto, tronar de alas grises
que mece el grillo bajo la luna.
Apagado queda el calendario
repleto de fechas marchitas.
¿Dónde se fueron los días
cuando aún era invierno?.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
que finge sin despecho,
igual que la ira en celo
allende otras cornisas.
Puede el pudor desvanecerse
entre abriles de olorosa intención:
más no queda satisfecho, ni magullado
de arañazos en el camino.
Somero se distingue
mientras pulula bajo terrones resecos.
Hay un canto, tronar de alas grises
que mece el grillo bajo la luna.
Apagado queda el calendario
repleto de fechas marchitas.
¿Dónde se fueron los días
cuando aún era invierno?.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
martes, 4 de septiembre de 2012
POR PELOTAS
Anda que no da
juego (y nunca mejor dicho) esto del fútbol. Mirándolo bien mirado da algo más
que juego. Porque el fútbol nos nubla el sentido y el entendimiento, nos vuelve
eufóricos o vergonzosos marginados… No, si ya lo decían en tiempos de Franco
aquellos detractores que esgrimían la idea de que se jugaba tanto al fútbol en
España porque, debido a su abultada afición, mientras nos entusiasmábamos con
los partidos no pensábamos en tantas otras calamidades y penurias (dejando a un
lado la calamidad y penuria que supone una Dictadura), como la guerra, el
hambre o el desempleo. Claro, y eso le interesaba al Régimen: éramos como
borregos, del campo al redil y del redil al campo.
Pues
sí. Aquí en España el fútbol, al igual que los toros, ha sido siempre tema de
un intenso debate. Cada uno defiende sus “colores” hasta las mismas puertas del
paroxismo. Todos nos sentimos identificados y hablamos de algunos jugadores
como si fueran de nuestra propia familia, tomándonos sus triunfos o derrotas
como algo casi, casi personal. No hay reunión de amigos o de cualquier otra
índole donde no se hable de fútbol. Y no hablamos de un fenómeno pasajero o
intrínsicamente masculino, sino que cada vez más mujeres pueden llegar a perder
la cabeza (y algo más, si se tercia) por el fútbol. Nuestra vida es compartida
sin ningún tipo de reserva por Casillas, Villa, Messi, Cristiano Ronaldo, Xabi,
Iniesta o Cesc (hay muchos más, pero me van a perdonar mi ignorancia
futbolística, que no recuerdo tantos nombres como habría de suponerse) y más
aún cuando ya hablamos de nuestra querida Selección Española (o La Roja, como gusten, que habrá
quien vea en esta denominación connotaciones políticas, que de todo hay en la
viña del Señor). Y es que cuando juega la Selección todos nos volvemos uno sólo, una piña,
las rencillas de los miembros y “miembras” (esto va por usted, señora Aído) de
clubes tradicionalmente rivales, se “apoltronan” en los bares o en la casa de
alguien como grandes hermanos a la espera de un suculento premio. Hasta los que
no tienen ni pajolera idea de fútbol o sólo han visto un balón en la sección de
deportes de Carrefour, se vuelven unos forofos descontrolados cuando juega la Selección. Ojo,
que yo me meto también en el saco y ahora que se está desarrollando la Eurocopa disfruto como un
enano viendo todos los partidos, por mucho que me vuelva loco dilucidando si es
(o qué es) un fuera de juego o la ley de la ventaja… Nos volvemos tan
patrióticos que cuñados que llevaban años sin saludarse son capaces de
abrazarse profusamente en el rellano de la escalera si acaba de marcar España,
y no es raro ver a la pobre abuela que lleva una eternidad sin abrir la boca,
más muda que un gato de yeso y que permanece tanto tiempo sentada en el sofá
sin moverse que más bien parece un cojín, ataviada con los más diversos
utensilios: bufanda, gorro, camiseta de la Selección y hasta pinturas rupestres en la cara,
que algún graciosillo (el yerno, probablemente) se ha encargado de endosar a la
sufrida vieja y que no contento con eso, luego cuelga en el Facebook para
deleite de todas sus amistades.
Y
es que, digan lo que digan, la
Eurocopa es mucha Eurocopa. Y si no que se lo digan a los
franceses, que parecía que les iba el honor en ello. Porque como suele ocurrir
la mayoría de las veces el débil y parco en buen juego, siempre recorre el
mismo camino: vilipendiar, injuriar, tratar de sacar la punta a aquello que, a
todas luces, es romo. Tanto guiñol, tanta falacia y estupidez para que luego se
vuelvan para Francia con el rabo entre las piernas. Menos hablar y más jugar al
fútbol, señores. Al fútbol, al tenis, al ciclismo…, porque en todo os
aventajamos con creces y sin necesidad de ofenderos o entrar en absurdas
polémicas.
Con
tanta simpleza a estos franchutes se les ha olvidado que a lo que venían a esta
Eurocopa era a jugar al fútbol y claro, luego pasa lo que pasa: que no te
enteras ni por donde te viene el balón y que aunque nosotros lo ganamos todo
por pelotas y no ayudados por sustancias ilegales, si uno está entretenido
metiendo el dedo en el culo al adversario para degradarlo y hacerle la puñeta
(en definitiva desestabilizarlo para que haga un mal partido), se le cuelan los
goles hasta por la escuadra, rozando el
larguero…
Aunque, claro
está, también podrían aplicarse el cuento lusos e italianos, que se les baje un
poco los humos. Que España podrá tener
sus carencias (vamos a obviarlas aquí, porque esto sólo nos daría para otro
artículo), pero en lo que a deporte se refiere, la verdad es que tenemos una
economía bastante saneada…
Al
final, hablando de Francia, Portugal e Italia, habrá quien se olvide de
criticar a la Carbonero,
que si desde que está con Iker la
Selección ha ganado dos Eurocopas y hasta un Mundial, ¡por Dios, que duren
muchos años!.
EL PUENTE DE LAS DESDICHAS
Recuerdo como si
fuese ayer la tarde que vi por primera vez en televisión una película que me
marcó como un hierro candente en la espalda. No era otra que “El puente sobre
el río Kwai”. Muchos de ustedes la habrán visto seguro, aunque para los que no
lo hayan hecho, decir que la peli trataba de las vicisitudes de un grupo de
presos británicos que son obligados por los japoneses a construir un puente,
durante la Segunda
Guerra Mundial (1939-1945).
Pues
bien, cada vez que piso “Las Explanadas” y me encuentro de frente con el puente
que el Ayuntamiento ha construido allí, me viene a la cabeza inmediatamente y
sin poderlo remediar el otro puente, el del río Kwai. Y ustedes, tan suspicaces
como son, se preguntarán el porqué de tal motivo, claro. Y no es que su
estructura sea precisamente igual al de la película, ni siquiera parecida, que
para eso el nuestro es una virguería modernista-vanguardista, futurista y todo
el adjetivo terminado en “ista” que ustedes le quieran endilgar, sino porque al
igual que en el film su construcción (y
no digamos su mantenimiento, del que ahora nos ocuparemos) ha pasado por
diversos avatares y desencuentros.
No
seré yo quien se moje (expresión más que oportuna tratándose de un puente,
precisamente) y manifieste a pleno pulmón a los cuatro vientos que es más feo
que pegarle a un padre con un calcetín sucio o más bonito que un San Luis; que sea más o menos funcional…, para gustos, los colores. Hay
quien opinará que debería haber sido construido con otro tipo de filosofía, más
acorde con los nobles materiales de los edificios que existen a su alrededor y
a los que se ha pretendido aunar en un conjunto armonioso. Pero si lo que se
pretendía era comunicar un lugar de ocio tan arraigado en los motrileños como
el Paseo de las Explanadas con unos edificios en desuso y francamente
deteriorados que son vestigios colectivos y vivos de nuestra más reciente
historia, ligada intrínseca e íntimamente a la caña de azúcar, ahí se han
equivocado de cabo a rabo. Aunque con una mirada rápida de soslayo bien se nos
pudiera insinuar recordando vagamente a los raíles de un tren que llevara su
dulce carga hacia la fábrica, o que los innumerables paneles de cristal (igual
que una colmena álgida y luminosa) se asemejen de lejos a las vidrieras altivas
y omnipresentes en todos los edificios antiguos de los complejos azucareros, la
verdad es que este puente se encuentra como desubicado, como caído de algún
sitio quién sabe dónde ni porqué, que no concuerda con su entorno ni
esforzándose. Una obra faraónica y petulante. Mejor hubiese cuadrado y primado
la sencillez y lo espartano, que no quiero ni pensar lo que ha podido costar,
con los tiempos que corren. Que no le extrañe a nadie que el visitante se quede
impactado con la imagen de esa gran mole de hierro y cristal y no preste
ninguna atención a lo verdaderamente importante que son los edificios que
narran algo primordial de nuestra historia. Es lo que tienen las modernidades:
muy bonitas, muy extravagantes, pero en el fondo no es lo que pondríamos en la
puerta de casa.
Para
ser justos decir que, aparte de estéticas y materiales, el servicio que hace
este puente es inmenso, como su estructura. No se puede negar que es buena idea y que el paseante se ahorra
una buena caminata si quiere pasar de las Explanadas al recinto de La Alcoholera o viceversa.
Donde antes había que cruzar la carretera del Puerto y luego subir una larga
rampa llena de tierra, polvo, piedras y baches como cráteres (o seguir
caminando un trecho dirección a la playa y acceder al recinto por la piscina
municipal), ahora se pueden salvar estos obstáculos cómoda, fácil y rápidamente
a través del seguro puente. Y eso es de agradecer, señores, pero sin demasiados
aspavientos. Que todos sabemos y conocemos las muchas deficiencias que acumulan
los servicios de todo tipo en nuestra ciudad y que deberían haber sido
prioridad ante cualquier otra cosa.
Por
último, ¿se han fijado ustedes que cada dos por tres aparecen uno o varios
cristales rotos en esta construcción, que son prontamente reparados por
trabajadores del Ayuntamiento?. A este paso no vamos a ganar para cambiar unas
vidrieras que pagamos entre todos (qué manido suena esto, pero que hubieran
puesto cemento, a ver quién es el guapo que puede romperlo de una coz).
Verdaderamente aquí no hay que echarle la culpa ni a los materiales, ni a la
estructura, ni siquiera a la presuntuosidad de ediles o arquitectos. Nadie
tiene que pagar por la negligencia e incapacidad social de unos pocos
desalmados que bien podrían vivir en una cuadra.
Y
es que un puente, sea como sea, nunca debería estar reñido con, al menos, un
ápice de buena educación y civismo. Como el famoso puente sobre el río Kwai,
donde la belleza y dureza de la obra planteada quedaba reducida y supeditada al
trabajo de unos pocos prisioneros de guerra y, sobre todo, a sus sentimientos.
Como la vida misma, vamos.
Cae fuego en torrentes
de malhumorado festín,
amodorrado en lienzos que ocupan
destellos de calvicie.
Trota a pie descalzo
entre cañizos secos;
a oleadas se expande, despavorido,
musitando a gritos su media voz.
Rota queda y presuroso.
La mujer escupe saliva
en vorágine de caudalosos fetos
mientras cae la noche en un hueco distante.
Agolpado se desata:
barre enterezas perpetuas de crío
que solloza a un lado de esta estela,
marcando torres de piedra efímera.
Hay quien sueña,
en un sueño terco y profundo,
que el aire quema y envuelve
haciendo jirones la noche
que se despliega, mordaz como una lengua.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
de malhumorado festín,
amodorrado en lienzos que ocupan
destellos de calvicie.
Trota a pie descalzo
entre cañizos secos;
a oleadas se expande, despavorido,
musitando a gritos su media voz.
Rota queda y presuroso.
La mujer escupe saliva
en vorágine de caudalosos fetos
mientras cae la noche en un hueco distante.
Agolpado se desata:
barre enterezas perpetuas de crío
que solloza a un lado de esta estela,
marcando torres de piedra efímera.
Hay quien sueña,
en un sueño terco y profundo,
que el aire quema y envuelve
haciendo jirones la noche
que se despliega, mordaz como una lengua.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
Voy envejeciendo poco a poco,
ralo queda el pensamiento
oscuro de tu ser que oculta,
so pena de amargarse,
el don de la impunidad.
Angosta queda la hechura de mi pecho
endurecido hasta más no poder,
ennegrecido, perdido no obstante
entre pliegues de saliva.
Dudo, ¿acaso no?, del pájaro
oculto en la rama de tu voz,
del aliento agrio que envenena
y quiebra el aliento.
Porfía mi mirada atenta
como ojo de halcón sobre peñasco;
se antoja pluma efímera caída
entre las hojas de Otoño.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
ralo queda el pensamiento
oscuro de tu ser que oculta,
so pena de amargarse,
el don de la impunidad.
Angosta queda la hechura de mi pecho
endurecido hasta más no poder,
ennegrecido, perdido no obstante
entre pliegues de saliva.
Dudo, ¿acaso no?, del pájaro
oculto en la rama de tu voz,
del aliento agrio que envenena
y quiebra el aliento.
Porfía mi mirada atenta
como ojo de halcón sobre peñasco;
se antoja pluma efímera caída
entre las hojas de Otoño.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
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