Bromeabas,
saltando sobre la arena lívida
de reflejos,
atusando el cansancio de tus dedos
silíceos,
vomitando miradas que oscurecen
a cada paso.
Te estrellaste en el saliente
de mi pecho a intervalo,
despojándote de ropas húmedas
como la escarcha,
de sentimientos, claro,
de flirteos ambiguos
y de atardeceres.
Te levantaste
sobre el codo
abrupto,
encallado en el pliegue de las piedras,
cerraste la boca,
los ojos, el oído,
y bromeaste...
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
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