No sé que me oprime tanto
para no dejarme respirar:
será el miedo que como un manto
me cubre de par en par.
Como agasajo desmesurado
me elevo en urna de polen,
que atraviesa la palma de lado a lado
en pequeño surco y grande mole.
Levito, entre hilos sagaces
de esporádico centelleo,
(siempre dignos y capaces),
como la honra y el devaneo.
Hay un mejunje que me aprisiona el habla
dejando atrás frases trémulas.
Hoy me agarro a esta tabla
de ojos tristes y carne sin fécula.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
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