DISPERSIONES

jueves, 31 de octubre de 2013
NIÑA DE LAS MAREAS
Niña de las mareas,
oscura luz del cielo,
voy a darte una tarea
para que no pases miedo.
Después te arroparé en silencio
sobre tu barco de llanto,
con un beso, con un ciento.
Son casi harapos tus ropas
con encajes de espuma.
Menuda como una pluma,
tus manos como rocas.
Me traerá la corriente
tu murmullo frágil
de marinera valiente.
Al alba serás agua.
Más tarde, en la playa, piedra
allí donde se quiebra
la vida que guardas.
¡Qué sueño tiene mi niña,
tumbadita en la arena,
no tiene quién la riña!.
Del poemario "Cometa blanca sobre mar azul" (infantil), de Juanjo Cuenca.-
EL OLIVO SABIO
Entre sus troncos retorcidos
se esconden mil años de historia,
ahí están los olivos dormidos
olvidados en la memoria.
Son dueños de la tierra,
dueños del Sol dorado;
vieron pasar la guerra:
al ganador y al triste derrotado.
Sus ramas se quedaron desnudas,
sólo palabras y llanto.
Ahí empezaron las dudas:
¿por qué viven los olivos tanto?.
Volvió de nuevo la vida,
los sueños y el inmortal amor,
los olivos besan su tierra querida.
Paz, trabajo y sudor.
Del poemario "Cometa blanca sobre mar azul" (infantil), de Juanjo Cuenca.-
miércoles, 30 de octubre de 2013
AYER FUE
Ayer fue un suspiro manso,
abierto hacia tu vientre liso
de esperanzas y poblado de sudores
que no eran tuyos.
Ayer fue un beso eterno,
azúcar en mis labios sin ruido
que recorrían tu cuerpo sereno
y tus ojos, y tus manos.
No recuerdo tantos efluvios
que me hacían volver loco,
y amándote poco a poco
me levantaba deprisa y sin calma.
Ayer fue, y hoy
crece abultada tu colina
derramando vida que no es,
más allá de la lontananza.
Del poemario "Las ratas de la conciencia", de Juanjo Cuenca.-
NAVEGANDO
Te imagino de capitán
sobre una ola de mazapán,
en una mano el timón,
temblando de emoción.
Orilla,
¡qué lejos de tu quilla!.
Navegando, navegando,
¿irás todos los mares surcando?.
Una espuma de colores
impregnada en mil olores.
Viento,
¿soplarás hoy contento?.
Coge tu remo y un amigo
compañero de viaje querido
y canta canciones de estrellas
todas blancas y bellas.
¡A babor!,
antes de que salga el Sol.
Del poemario "Cometa blanca sobre mar azul" (infantil), de Juanjo Cuenca.-
LA CASA DE BARRO
Ayer salió de su casa
con rumbo y destino incierto,
buscando que sea un acierto
cruzar en barca esa gran masa.
Nada lleva en los bolsillos
(apenas un puñado de ilusiones)
que se instalan en los corazones
de todos los chiquillos.
A lo lejos, un futuro lejano
en kilómetros y peligros;
todo lo conoce de fotos y libros
allí, al alcance de la mano.
Atrás queda su casita de barro
y el primo y el abuelo.
¿Cuándo volverá a pisar suelo
el niño y a montar en su carro?.
Del poemario "Cometa blanca sobre mar azul" (infantil), de Juanjo Cuenca.-
martes, 29 de octubre de 2013
LA HISTORIA
Yo cuento esta historia triste
que una vieja en la acera desgrana en retahíla
y llora en silencio apartando cuentas y abalorios,
mas su pena cae en agua de cascada:
nunca hubo fuente tan caudalosa,
ni pena tan sumisa, perdida en borbotones
que dicen tristezas de antaño,
tristeza por la vida q ue se perdió en el camino.
En los dientes viejos lo amargo castañea,
si no de frío, a lo mejor de ira;
como ira limpia que borra su aturdimiento
en plazas rotas y esquinas de mugre.
Llorando, cuando las lágrimas hace rato que acabaron,
la vieja cuenta...
El mar bravío quedó lejos
y la tempestad es sólo una leyenda.
Contaba la anciana una historia de recuerdos,
del aliento ínfimo que se apaga:
aterido el corazón, salada el alma.
Seguía tejiendo la vieja enferma.
Terminado el llanto, cantada la historia.
Del poemario "Cometa blanca sobre mar azul" (infantil), de Juanjo Cuenca.-
EL NIÑO DE CARA TRISTE
El niño de cara triste
tiene, seguro, arena fría
en los bolsillos y lleva en ristre
la dignidad enclenque día a día..
Si alguien le da un mendrugo
en la esquina de cualquier plaza,
no lo importa que esté duro
y seco como una coraza.
Si un perro le ladra en las piernas,
huye en trote cansino;
pues aunque delgadas y tiernas
ya saben correr con atino.
Lo que no soporta
son los días oscuros y con viento
que como cuchillos su carita corta
y no se anda con tiento.
Hay que dormir, ¡tan lejos de casa!,
hoy en un portal sucio
mañana junto a una brasa,
cada vez más solo y mustio.
No tiene amigos aquí,
ni familia cariñosa
para hacerle sentir feliz
y que la vida le parezca preciosa.
Sueña el niño con leones
rugiendo en la selva,
con pájaros de colores
y con el olor de la tierra.
Pasa miedo y dolor
ante el ancho espejo que se quiebra
en olas que dan pavor;
¿por qué no será el mar, piensa, de piedra?.
Del poemario "Cometa blanca sobre mar azul" (infantil), de Juanjo Cuenca.-
lunes, 28 de octubre de 2013
EL PADRE AUSENTE
Mirando a través de la ventana
con cristales de vagos recuerdos,
me da por añorarte, padre,
cuando han pasado demasiados eneros.
Pregunto al viento:
velero de tierno mástil
decorado en palabras antiguas
que reconocía tan fácil.
Sé que te fuiste
buscando trabajo,
engañando al hambre traicionero;
te recuerdo risueño, menudo y bajo,
de cara enjuta y muy, muy moreno.
Pregunto cada día, padre,
cuándo volverás a mi lado.
No obtengo respuesta:
acaso el doloroso gorgojeo
de mis tripas con hambre.
Del poemario "Cometa blanca sobre mar azul", de Juanjo Cuenca.-
NO LLORES, NEGRITO
Susurrando bajito una nana
besa la frente aterciopelada.
No tengas miedo, mi niño,
que la luna no se apaga.
No llores tan desconsolado
sobre esta estela de plata;
negrito lindo de ojos grandes,
bajo la manta de guata.
No tengas miedo a la noche,
ni al agua con rizos de espuma.
Este barco juega con las olas
y es ligero como una pluma.
Aún con los labios mojados,
acurrúcate sobre mi pecho.
Yo te daré calor, mi niño,
y las estrellas serán tu techo.
Del poemario "Cometa blanca sobre mar azul", de Juanjo Cuenca.-
domingo, 27 de octubre de 2013
sábado, 26 de octubre de 2013
CUANDO BRILLA EL MAR
Cuando por la tarde brilla el mar
van saltando pececitos de coral en coral;
el pescador no echa redes
porque le da pena pescar.
Serena el agua todo el día
y tan azul que está,
guarda en su mirada un secreto
para los oídos que quieran escuchar.
Si atento busco lo que me dice
flotando en canciones de sal
y miro al rojo horizonte
mientras me siento a esperar,
retumba un grito espeso, con espesura
de tierno respirar;
y si me acerco demasiado
hasta la barca y me pongo a buscar,
voy apartando estrellas
que a mi paso parecen llorar,
cuando en la espuma de plata
veo a un niño nadar.
Del poemario "Cometa blanca sobre mar azul", de Juanjo Cuenca.-
LA PALMERA
A la sombra de la palmera
como dátiles el pirata Bigotetieso,
¡eso, eso!,
uno para la tripa
y el otro para el regreso.
Va llenando los bolsillos
de dulce fruta almibarada:
uno más y se acaba.
Guardará para el camino
lo que el pirata no traga.
La palmera suelta sus hijos
con pena y poco atino;
no sea que venga otro vecino
compañero de barco del pirata,
¡y todo su fruto dé por perdido!.
Del poemario "Cometa blanca sobre mar azul", de Juanjo Cuenca.-
ALTA SUCIEDAD
¡Cómo anda el
panorama patrio en este verano de calores, nublados y medusas!. Y si no, que se
lo pregunten al rey, que entre caídas varias (va a llegar un momento en que de
tanto golpe en vez de tener sangre azul, va a ir tirando a morada), safaris
inoportunos y yernos díscolos, no va a ganar para comprar Almax, el pobre. Que
a veces más vale comprarse un perro o encasquetarse un pelucón azabache y una
bata de cola para destripar la zarzamora encima
de un tablao en un pueblo perdido de la España profunda, que tener
parientes. Porque digan lo que digan, hay parientes y parientes. A saber: están
los parientes a los que soy dado en llamar de
jolgorio, es decir, aquellos que sólo aparecen de cuando en cuando para
llenarse los buches en alguna boda, comunión o bautizo. Durante todo el tiempo
restante están desaparecidos y florecen como las amapolas en el campo cuando de
saraos se trata. Y lo curioso es que, año tras año, van aumentando en número y
especie hasta acercarse casi, casi a la categoría de plaga; luego nos podemos
encontrar con los parientes lapa, una
subespecie de la primera, pero mucho más presente en nuestras vidas. Estos
aparecen por casa con cualquier excusa a la hora del café o la cena (nada, que
pasaba cerca de tu casa y he pensado: qué cojones, voy a ver cómo anda la
familia) y tú piensas para tus adentros que poco ha andado la familia desde
anteayer, que fue el último día que os visteis. Aquí podemos encuadrar a
primos, primos segundos, sobrinos o sobrinos-nietos; y por último, están los
que he dado en llamar parientes de
postín, que son aquellos que, cuando verdaderamente necesitas algo de
alguno de ellos, no aparecen ni en el listín telefónico. Pero cuando es al
revés, saben encontrarte a ti hasta debajo de las piedras…
Pues
al rey, pobrecito rey, que este año ha tenido que recortar sus vacaciones en
Palma de Mallorca y anda desplazándose en un Seat (como toda la Familia Real) por aquello de
dar ejemplo con la crisis, le ha salido una especie totalmente desconocida
hasta ahora: el aprovechado. O
conocido también por su nombre científico vulpes
urdangarensis, que no hay nada como acercarse a un familiar pudiente para
medrar hasta cotas insospechadas (y no siempre lícitamente) y creerse impunes.
Claro, con la familia del rey quién va a meterse… Pues ha de saber, señor
Urdangarín, que familia, familia, usted no es, que sí, que pertenece a la
Casa Real pero no es familiar del rey
propiamente dicho. Y así le ha pasado lo que le ha pasado…
Muy
atrás en el tiempo quedan aquellas épocas en lo que todo lo referente a Palacio
era tema tabú e intocable. Se consentían (qué remedio) todas las tropelías y
excentricidades de los miembros de la Casa
Real y se hacían la vista
gorda y oídos sordos a cualquier
asunto que oliese a podrido; y
siguiendo con los sentidos, había que tener tacto
con lo que se decía en la prensa o televisión, so pena de llevarse un mal sabor de boca, cuando menos. Hoy en día
se airean en todos los medios los trapos sucios de cada uno de los allegados del
rey, sin importar su rango. Y ya no nos sorprende que interese más el último
modelito que ha llevado doña Leticia a la penúltima cena de gala o si se ha
puesto bikini o bañador durante sus vacaciones, que la última cumbre iberoamericana
o si ha subido el Ibex. Ya no existe el derecho a pernada, por fortuna, y la
Casa Real cada vez es más real, más
parecida a la nuestra propia.
A Urdangarín,
precisamente, le ha pasado como aquellos príncipes de los cuentos de nuestra
niñez, el héroe que por nacimiento no se habría podido acercar a la princesa ni
en pintura pero que era bueno de corazón y, sobretodo, apuesto. Pero que una
vez en Palacio se encontraba con todo tipo de intrigas y enemistades más o
menos veladas y, de pronto, pensaba: voy a besar a la princesa todo lo que
pueda, antes de que me den la patada… y de paso me lleno los bolsillos, por si
acaso.
Al rey, pedirle paciencia. O que deje ya la Corona en manos de su
sucesor, no vaya a ser que en una de sus cada vez más frecuentes caídas se nos
descuajeringue del todo y haya que hacerlo todo deprisa y corriendo. O puede
que un elefante le pise un día un pie y le haga la puñeta en la gota. Aunque,
viendo el panorama, no es de extrañar que sea tan reacio a abdicar. No vaya a
ser que siendo ya rey, a don Felipe le de por desatender sus obligaciones y se
pase el día jugando a los barquitos o al pádel, o que a doña Leticia se le
ocurra la descabellada idea de apadrinar una tienda de Mango, que todo es
posible. ¿Y la reina?. La reina es un caso aparte de modestia y austeridad. Y
si no que se lo pregunten a su cabeza, que lleva soportando el mismo peinado (
y sin despeinarse) más de medio siglo.
Para que luego
digan que la Casa Real
no es transparente ni austera.
Juanjo
Cuenca
jueves, 24 de octubre de 2013
QUIERO QUE ME ENTIENDAS
Quiero que me entiendas
las palabras que yo te digo,
agua clara y ofrendas
y para el pan, un poquito de trigo.
Están los dos amigos
sentados chupando, chupando
caña de azúcar de destellos vivos:
uno oscurito y el otro blanco.
Por más que te escucho
y sigo escuchando,
no sé si por poco o mucho
te comprendo, ¡dímelo cantando!.
Quiero que me entiendas
las palabras que yo te digo,
no quiero que te ofendas,
ni dejes de ser mi amigo.
Del poemario "Cometa blanca sobre mar azul ", de Juanjo Cuenca.-
MIRANDO ESTÁ ASUSTADO
Mirando está asustado...
¡Qué mirada!. El niño abre
mucho los ojos y el sol
le ciega con gotitas de sal.
Heridas en los pies; han quedado
los zapatos mojados en el camino
del mar, tan inmenso,
abrazados por una ola.
Llora; las piedras blancas
hacen llagas, el aire corta,
todo parece
un mundo triste y diferente.
Y en la orilla malvada
surgen esperanzas vagas,
sin luz, sin meta, sin prisa,
como ángel empapado...
¡Ah, la mirada tan asustada!.
¡Qué mirada!.
El niño se mece en silencio
y hace de la arena su cama.
Del poemario "Cometa blanca sobre mar azul", de Juanjo Cuenca.-
Hola a tod@s!!!. Esta última entrada titulada POR PELOTAS, está sacada de un artículo que escribí durante la última Eurocopa, donde España venció por segunda vez consecutiva. Por eso, aunque esté escrito en presente, creía necesario hacer esta reseña. Después de las vicisitudes que narro ha llovido bastante, pero creo que aún está en boga. Espero que lo disfrutéis...
POR PELOTAS
Anda que no da
juego (y nunca mejor dicho) esto del fútbol. Mirándolo bien mirado da algo más
que juego. Porque el fútbol nos nubla el sentido y el entendimiento, nos vuelve
eufóricos o vergonzosos marginados… No, si ya lo decían en tiempos de Franco
aquellos detractores que esgrimían la idea de que se jugaba tanto al fútbol en
España porque, debido a su abultada afición, mientras nos entusiasmábamos con
los partidos no pensábamos en tantas otras calamidades y penurias (dejando a un
lado la calamidad y penuria que supone una Dictadura), como la guerra, el
hambre o el desempleo. Claro, y eso le interesaba al Régimen: éramos como
borregos, del campo al redil y del redil al campo.
Pues
sí. Aquí en España el fútbol, al igual que los toros, ha sido siempre tema de
un intenso debate. Cada uno defiende sus “colores” hasta las mismas puertas del
paroxismo. Todos nos sentimos identificados y hablamos de algunos jugadores
como si fueran de nuestra propia familia, tomándonos sus triunfos o derrotas
como algo casi, casi personal. No hay reunión de amigos o de cualquier otra
índole donde no se hable de fútbol. Y no hablamos de un fenómeno pasajero o
intrínsicamente masculino, sino que cada vez más mujeres pueden llegar a perder
la cabeza (y algo más, si se tercia) por el fútbol. Nuestra vida es compartida
sin ningún tipo de reserva por Casillas, Villa, Messi, Cristiano Ronaldo, Xabi,
Iniesta o Cesc (hay muchos más, pero me van a perdonar mi ignorancia
futbolística, que no recuerdo tantos nombres como habría de suponerse) y más
aún cuando ya hablamos de nuestra querida Selección Española (o La Roja, como gusten, que habrá
quien vea en esta denominación connotaciones políticas, que de todo hay en la
viña del Señor). Y es que cuando juega la Selección todos nos volvemos uno sólo, una piña,
las rencillas de los miembros y “miembras” (esto va por usted, señora Aído) de
clubes tradicionalmente rivales, se “apoltronan” en los bares o en la casa de
alguien como grandes hermanos a la espera de un suculento premio. Hasta los que
no tienen ni pajolera idea de fútbol o sólo han visto un balón en la sección de
deportes de Carrefour, se vuelven unos forofos descontrolados cuando juega la Selección. Ojo,
que yo me meto también en el saco y ahora que se está desarrollando la Eurocopa disfruto como un
enano viendo todos los partidos, por mucho que me vuelva loco dilucidando si es
(o qué es) un fuera de juego o la ley de la ventaja… Nos volvemos tan
patrióticos que cuñados que llevaban años sin saludarse son capaces de
abrazarse profusamente en el rellano de la escalera si acaba de marcar España,
y no es raro ver a la pobre abuela que lleva una eternidad sin abrir la boca,
más muda que un gato de yeso y que permanece tanto tiempo sentada en el sofá
sin moverse que más bien parece un cojín, ataviada con los más diversos
utensilios: bufanda, gorro, camiseta de la Selección y hasta pinturas rupestres en la cara,
que algún graciosillo (el yerno, probablemente) se ha encargado de endosar a la
sufrida vieja y que no contento con eso, luego cuelga en el Facebook para
deleite de todas sus amistades.
Y
es que, digan lo que digan, la
Eurocopa es mucha Eurocopa. Y si no que se lo digan a los
franceses, que parecía que les iba el honor en ello. Porque como suele ocurrir
la mayoría de las veces el débil y parco en buen juego, siempre recorre el
mismo camino: vilipendiar, injuriar, tratar de sacar la punta a aquello que, a
todas luces, es romo. Tanto guiñol, tanta falacia y estupidez para que luego se
vuelvan para Francia con el rabo entre las piernas. Menos hablar y más jugar al
fútbol, señores. Al fútbol, al tenis, al ciclismo…, porque en todo os
aventajamos con creces y sin necesidad de ofenderos o entrar en absurdas
polémicas.
Con
tanta simpleza a estos franchutes se les ha olvidado que a lo que venían a esta
Eurocopa era a jugar al fútbol y claro, luego pasa lo que pasa: que no te
enteras ni por donde te viene el balón y que aunque nosotros lo ganamos todo
por pelotas y no ayudados por sustancias ilegales, si uno está entretenido
metiendo el dedo en el culo al adversario para degradarlo y hacerle la puñeta
(en definitiva desestabilizarlo para que haga un mal partido), se le cuelan los
goles hasta por la escuadra, rozando el
larguero…
Aunque, claro
está, también podrían aplicarse el cuento lusos e italianos, que se les baje un
poco los humos. Que España podrá tener
sus carencias (vamos a obviarlas aquí, porque esto sólo nos daría para otro
artículo), pero en lo que a deporte se refiere, la verdad es que tenemos una
economía bastante saneada…
Al
final, hablando de Francia, Portugal e Italia, habrá quien se olvide de
criticar a la Carbonero,
que si desde que está con Iker la
Selección ha ganado dos Eurocopas y hasta un Mundial, ¡por Dios, que duren
muchos años!.
Juanjo
Cuenca
miércoles, 23 de octubre de 2013
CARICIAS
Vente, madre:
quiero llenarte de caricias
al alba, temprano,
todo tu pelo.
Ya se enreda
entre mis dedos
alborotado
como en vendaval.
El pelo se esparce
como sábana de raso,
y en un instante
me tapa la cara.
Necesito acariciarte,
madre,
para quedarme dormido.
Vente, madre:
y bésame en los ojos
y cántame una nana
dulce..
Del poemario "Cometa blanca sobre mar azul", de Juanjo Cuenca.-
“SIMPA”
Hoy
quisiera hacer mención a un fenómeno que cada día está más en boga: “largarse”
(muchas veces con nocturnidad y siempre con alevosía) de diversos
establecimientos sin pagar los artículos que hemos comprado o consumido. A esta
tendencia, que espoleada por la crisis acuciante que soportan nuestras espaldas
y bolsillos y que cuenta con una verdadera legión de adeptos, se le conoce con
el “sutil” nombre en clave de simpa, y que como habrán adivinado
quiere decir ni más ni menos que eso: sin pagar.
Para
ser totalmente honesto he de confesar que, si bien ahora en la edad ¿adulta? ni
se me pasaría por la cabeza intentar algo así, sí que es verdad que en la
adolescencia y coincidiendo con las primeras salidas con novia o amigos (donde
las pesetas brillaban cegadoramente por su continua ausencia) en más de una
ocasión, bueno sólo en un par de ocasiones, que tampoco es que fuésemos
aprendices de “El Lute”, me vi en la bochornosa tesitura de no tener dinero
suficiente para pagar las consumiciones en el garito de turno. Vamos, ni
volviendo de al revés los forros de los bolsillos de todos los que íbamos en el
grupo llegábamos a sufragar toda la cerveza (acompañada de su correspondiente
tapa de pulpo) que en el fragor de la camaradería y de la diversión, habíamos
bebido a destajo. Y es que, aunque el primer sentimiento que afloraba a
nuestras caras era una risilla boba que denotaba nerviosismo y vergüenza, la
verdad es que nos recomponíamos bastante pronto y sólo contemplábamos una
salida útil: pies para que os quiero…, o tal vez su prima ¡sálvese el que pueda!,
(o maricón el último, que es siempre más castizo). Entonces, y sólo entonces,
se sucedían las mismas actitudes y los mismos comentarios que suelen acaecer en
estos casos:
-
Oye, que voy al baño. Ahora mismito vuelvo.
Y el muy zorro jamás
llegaba a mingitar en el servicio del bar (quizás luego más tarde entre un par de
contenedores de basura, un poco más relajado y contento por haberse “salvado”),
sino que giraba bruscamente y con disimulo mal contenido se encaminaba
directamente a la puerta de la calle, saliendo en estampida. Ja, ja…, que le
eche el lazo John Wayne si tiene cojones…
Así,
uno tras otro. Y al final se quedaba sólo solito el pardillo de turno (aquel
que no había sido lo suficientemente rápido o listo o no tenía la vejiga tan
llena como los demás) que quedaba acodado en la barra con cara de
circunstancias y esquivando la mirada inquisitiva del camarero que lo observaba
con el rabillo del ojo preocupado porque, de buenas a primeras, aquel nutrido y
follonero grupo de amigos de unos minutos antes, hubiese desaparecido como por
arte de magia quedando solo en su mínima expresión. En aquel lejano tiempo a
esta “actividad” no se la conocía con el nombre de simpa, sino con aquel
otro tan bonito y deportivo de “marcar un
gol”. Sí, sí, como lo oyen: “marcar un gol”, con todas su connotaciones.
Pero
vuelvo a repetir que aquello ocurría esporádicamente y sin premeditación, no
como hoy que el que entra a beber a cualquier bar ya lo hace con la idea de
dejar plantado al camarero y batir los 100 metros lisos (u obstáculos, si
estamos al solecito en la terraza). Eso sí que es tener malafollá genuina porque,
a no ser que yo no me haya enterado y hayan declarado la cerveza o el vino
artículos de primera necesidad (bueno…, sí es verdad que para algunos lo son),
no hay porqué pasar el mal rato o, mejor dicho, hacérselo pasar al pobre dueño
del garito que también tiene que pagar su mercancía y no pocos impuestos.
Vale
que estamos en crisis, señoras y señores. Pero si no tienen dinero para
“pimplarse” unas cervezas, pues se queda uno en casa bebiendo limonada y santas
pascuas. Tan contentos, vamos. Porque como bien dice un amigo mío: “las penas
con alcohol (que no con pan) son menos. Pero el alcohol, en el mejor de los
casos, termina por embrutecernos”.
Juanjo
Cuenca
martes, 22 de octubre de 2013
LA COMETA
Hace viento. En lo alto de la colina.
Verano seco. Oscuras cigarras;
surca majestuosa y blanca
la cometa bajo el cielo azul.
Sobre la hierba,
un mantel de cuadros,
y encima, aquí y allá
dispersas, unas migajas.
El padre ríe
mientras el hijo tira del hilo:
"¡Vuela, cometa bonita,
vuela...!". El niño salta.
La tela fina y vieja
se desgarra: cae y cae
acariciando, desde lo alto,
la roja tierra.
Del poemario "Cometa blanca sobre mar azul", de Juanjo Cuenca.-
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