POR PELOTAS
Anda que no da
juego (y nunca mejor dicho) esto del fútbol. Mirándolo bien mirado da algo más
que juego. Porque el fútbol nos nubla el sentido y el entendimiento, nos vuelve
eufóricos o vergonzosos marginados… No, si ya lo decían en tiempos de Franco
aquellos detractores que esgrimían la idea de que se jugaba tanto al fútbol en
España porque, debido a su abultada afición, mientras nos entusiasmábamos con
los partidos no pensábamos en tantas otras calamidades y penurias (dejando a un
lado la calamidad y penuria que supone una Dictadura), como la guerra, el
hambre o el desempleo. Claro, y eso le interesaba al Régimen: éramos como
borregos, del campo al redil y del redil al campo.
Pues
sí. Aquí en España el fútbol, al igual que los toros, ha sido siempre tema de
un intenso debate. Cada uno defiende sus “colores” hasta las mismas puertas del
paroxismo. Todos nos sentimos identificados y hablamos de algunos jugadores
como si fueran de nuestra propia familia, tomándonos sus triunfos o derrotas
como algo casi, casi personal. No hay reunión de amigos o de cualquier otra
índole donde no se hable de fútbol. Y no hablamos de un fenómeno pasajero o
intrínsicamente masculino, sino que cada vez más mujeres pueden llegar a perder
la cabeza (y algo más, si se tercia) por el fútbol. Nuestra vida es compartida
sin ningún tipo de reserva por Casillas, Villa, Messi, Cristiano Ronaldo, Xabi,
Iniesta o Cesc (hay muchos más, pero me van a perdonar mi ignorancia
futbolística, que no recuerdo tantos nombres como habría de suponerse) y más
aún cuando ya hablamos de nuestra querida Selección Española (o La Roja, como gusten, que habrá
quien vea en esta denominación connotaciones políticas, que de todo hay en la
viña del Señor). Y es que cuando juega la Selección todos nos volvemos uno sólo, una piña,
las rencillas de los miembros y “miembras” (esto va por usted, señora Aído) de
clubes tradicionalmente rivales, se “apoltronan” en los bares o en la casa de
alguien como grandes hermanos a la espera de un suculento premio. Hasta los que
no tienen ni pajolera idea de fútbol o sólo han visto un balón en la sección de
deportes de Carrefour, se vuelven unos forofos descontrolados cuando juega la Selección. Ojo,
que yo me meto también en el saco y ahora que se está desarrollando la Eurocopa disfruto como un
enano viendo todos los partidos, por mucho que me vuelva loco dilucidando si es
(o qué es) un fuera de juego o la ley de la ventaja… Nos volvemos tan
patrióticos que cuñados que llevaban años sin saludarse son capaces de
abrazarse profusamente en el rellano de la escalera si acaba de marcar España,
y no es raro ver a la pobre abuela que lleva una eternidad sin abrir la boca,
más muda que un gato de yeso y que permanece tanto tiempo sentada en el sofá
sin moverse que más bien parece un cojín, ataviada con los más diversos
utensilios: bufanda, gorro, camiseta de la Selección y hasta pinturas rupestres en la cara,
que algún graciosillo (el yerno, probablemente) se ha encargado de endosar a la
sufrida vieja y que no contento con eso, luego cuelga en el Facebook para
deleite de todas sus amistades.
Y
es que, digan lo que digan, la
Eurocopa es mucha Eurocopa. Y si no que se lo digan a los
franceses, que parecía que les iba el honor en ello. Porque como suele ocurrir
la mayoría de las veces el débil y parco en buen juego, siempre recorre el
mismo camino: vilipendiar, injuriar, tratar de sacar la punta a aquello que, a
todas luces, es romo. Tanto guiñol, tanta falacia y estupidez para que luego se
vuelvan para Francia con el rabo entre las piernas. Menos hablar y más jugar al
fútbol, señores. Al fútbol, al tenis, al ciclismo…, porque en todo os
aventajamos con creces y sin necesidad de ofenderos o entrar en absurdas
polémicas.
Con
tanta simpleza a estos franchutes se les ha olvidado que a lo que venían a esta
Eurocopa era a jugar al fútbol y claro, luego pasa lo que pasa: que no te
enteras ni por donde te viene el balón y que aunque nosotros lo ganamos todo
por pelotas y no ayudados por sustancias ilegales, si uno está entretenido
metiendo el dedo en el culo al adversario para degradarlo y hacerle la puñeta
(en definitiva desestabilizarlo para que haga un mal partido), se le cuelan los
goles hasta por la escuadra, rozando el
larguero…
Aunque, claro
está, también podrían aplicarse el cuento lusos e italianos, que se les baje un
poco los humos. Que España podrá tener
sus carencias (vamos a obviarlas aquí, porque esto sólo nos daría para otro
artículo), pero en lo que a deporte se refiere, la verdad es que tenemos una
economía bastante saneada…
Al
final, hablando de Francia, Portugal e Italia, habrá quien se olvide de
criticar a la Carbonero,
que si desde que está con Iker la
Selección ha ganado dos Eurocopas y hasta un Mundial, ¡por Dios, que duren
muchos años!.
Juanjo
Cuenca
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