DISPERSIONES

DISPERSIONES

sábado, 26 de octubre de 2013





ALTA SUCIEDAD


        ¡Cómo anda el panorama patrio en este verano de calores, nublados y medusas!. Y si no, que se lo pregunten al rey, que entre caídas varias (va a llegar un momento en que de tanto golpe en vez de tener sangre azul, va a ir tirando a morada), safaris inoportunos y yernos díscolos, no va a ganar para comprar Almax, el pobre. Que a veces más vale comprarse un perro o encasquetarse un pelucón azabache y una bata de cola para destripar la zarzamora encima de un tablao en un pueblo perdido de la España profunda, que tener parientes. Porque digan lo que digan, hay parientes y parientes. A saber: están los parientes a los que soy dado en llamar de jolgorio, es decir, aquellos que sólo aparecen de cuando en cuando para llenarse los buches en alguna boda, comunión o bautizo. Durante todo el tiempo restante están desaparecidos y florecen como las amapolas en el campo cuando de saraos se trata. Y lo curioso es que, año tras año, van aumentando en número y especie hasta acercarse casi, casi a la categoría de plaga; luego nos podemos encontrar con los parientes lapa, una subespecie de la primera, pero mucho más presente en nuestras vidas. Estos aparecen por casa con cualquier excusa a la hora del café o la cena (nada, que pasaba cerca de tu casa y he pensado: qué cojones, voy a ver cómo anda la familia) y tú piensas para tus adentros que poco ha andado la familia desde anteayer, que fue el último día que os visteis. Aquí podemos encuadrar a primos, primos segundos, sobrinos o sobrinos-nietos; y por último, están los que he dado en llamar parientes de postín, que son aquellos que, cuando verdaderamente necesitas algo de alguno de ellos, no aparecen ni en el listín telefónico. Pero cuando es al revés, saben encontrarte a ti hasta debajo de las piedras…
            Pues al rey, pobrecito rey, que este año ha tenido que recortar sus vacaciones en Palma de Mallorca y anda desplazándose en un Seat (como toda la Familia Real) por aquello de dar ejemplo con la crisis, le ha salido una especie totalmente desconocida hasta ahora: el aprovechado. O conocido también por su nombre científico vulpes urdangarensis, que no hay nada como acercarse a un familiar pudiente para medrar hasta cotas insospechadas (y no siempre lícitamente) y creerse impunes. Claro, con la familia del rey quién va a meterse… Pues ha de saber, señor Urdangarín, que familia, familia, usted no es, que sí, que pertenece a la Casa Real pero no es familiar del rey propiamente dicho. Y así le ha pasado lo que le ha pasado…
            Muy atrás en el tiempo quedan aquellas épocas en lo que todo lo referente a Palacio era tema tabú e intocable. Se consentían (qué remedio) todas las tropelías y excentricidades de los miembros de la Casa Real y se hacían la vista gorda y oídos sordos a cualquier asunto que oliese a podrido; y siguiendo con los sentidos, había que tener tacto con lo que se decía en la prensa o televisión, so pena de llevarse un mal sabor de boca, cuando menos. Hoy en día se airean en todos los medios los trapos sucios de cada uno de los allegados del rey, sin importar su rango. Y ya no nos sorprende que interese más el último modelito que ha llevado doña Leticia a la penúltima cena de gala o si se ha puesto bikini o bañador durante sus vacaciones, que la última cumbre iberoamericana o si ha subido el Ibex. Ya no existe el derecho a pernada, por fortuna, y la Casa Real cada vez es más real, más parecida a la nuestra propia.
A Urdangarín, precisamente, le ha pasado como aquellos príncipes de los cuentos de nuestra niñez, el héroe que por nacimiento no se habría podido acercar a la princesa ni en pintura pero que era bueno de corazón y, sobretodo, apuesto. Pero que una vez en Palacio se encontraba con todo tipo de intrigas y enemistades más o menos veladas y, de pronto, pensaba: voy a besar a la princesa todo lo que pueda, antes de que me den la patada… y de paso me lleno los bolsillos, por si acaso.
 Al rey, pedirle paciencia. O que deje ya la Corona en manos de su sucesor, no vaya a ser que en una de sus cada vez más frecuentes caídas se nos descuajeringue del todo y haya que hacerlo todo deprisa y corriendo. O puede que un elefante le pise un día un pie y le haga la puñeta en la gota. Aunque, viendo el panorama, no es de extrañar que sea tan reacio a abdicar. No vaya a ser que siendo ya rey, a don Felipe le de por desatender sus obligaciones y se pase el día jugando a los barquitos o al pádel, o que a doña Leticia se le ocurra la descabellada idea de apadrinar una tienda de Mango, que todo es posible. ¿Y la reina?. La reina es un caso aparte de modestia y austeridad. Y si no que se lo pregunten a su cabeza, que lleva soportando el mismo peinado ( y sin despeinarse) más de medio siglo.
Para que luego digan que la Casa Real no es transparente ni austera.








Juanjo Cuenca

No hay comentarios:

Publicar un comentario