DISPERSIONES

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jueves, 9 de febrero de 2017

ANTOLOGÍA DEL GRUPO POÉTICO DE 1927








DÁMASO ALONSO



      Su contribución más importante en el momento formativo del grupo de 1927 fue la revalorización de Góngora. Es Dámaso Alonso quien descubre a sus compañeros de generación el significado artístico del autor de las Soledades. También quien pone a algunos (a Alberti, por ejemplo) sobre la pista de nuestro cancionero tradicional. Como poeta se le deben los Poemas puros, poemillas de ciudad (1921), libro que, a pesar de la fecha y del título, no tiene nada que ver con la poesía "pura" de entonces, y, muy poco con Juan Ramón Jiménez, cuya influencia era omnímoda a la sazón. El mayor interés de este libro consiste en ofrecernos en embrión los principales rasgos de la obra madura de su autor.
      La madurez poética de Dámaso Alonso es tardía: no llega hasta Hijos de la ira (1944), libro de poesía "desarraigada", que ha ejercido, por la forma y el contenido, amplio influjo en las últimas generaciones. La expresión prosaica, con ecos del surrealismo; el verso sincopado, violento; la preocupación religiosa, el pensamiento "existencial" de este libro, marcan un viaje en el rumbo de la poesía española. Lo que importa al poeta no es la creación de belleza, sino la inmersión en el dolor del mundo, en la vida humana. Hijos de la ira es un diálogo del hombre con Dios, o quizá "sin Dios" en el sentido pascaliano o agustiniano: el hombre, sin Dios, se siente "miserable"; el hombre no buscaría a Dios si no lo hubiese ya encontrado. El diálogo, tan apasionado como el de Unamuno, discurre entre patéticas, desgarradas imprecaciones y ramalazos de humor grotesco. Sin Dios, este mundo es un contrasentido, un absurdo, una verdadera alucinación. El hombre es un "monstruo entre monstruos". Hijos de la ira representa el arranque de una obra que se mueve toda entre los dos mismos polos -Dios y el hombre-, aunque con distintas leyes de polaridad en cada libro: Hombre sin Dios, en Hijos de la ira y en Oscura noticia; "Hombre y Dios", en el libro así titulado; Hombre-Dios, en Gozos de la vista.



CALLE DE ARRABAL


Se me quedó en lo hondo
una visión tan clara,
que tengo que entornar los ojos cuando
pretendo recordarla.

A un lado, hay un calvero de solares;
al otro, están las casas alineadas
porque esperan que de un momento a otro
la Primavera pasará.

                              Las sábanas,
aún goteantes, penden
de todas las ventanas.
El viento juega con el sol en ellas
y ellas ríen del juego y de la gracia.

Y hay las niñas bonitas
que se peinan al aire libre.

                              Cantan
los chicos de una escuela la lección.
Las once dan.

                              Por el arroyo pasa
un viejo cojitranco
que empuja su carrito de naranjas.



DÁMASO ALONSO ("Poemas puros. Poemillas de la ciudad").-




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