DISPERSIONES

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domingo, 5 de febrero de 2017

ANTOLOGÍA DEL GRUPO POÉTICO DE 1927







GERARDO DIEGO



      Sus dos notas sobresalientes son la versatilidad y el virtuosismo, arquitectónico y musical a la vez. Nadie ofrece tan vario registro de temas, metros, estilos, tendencias. En sus libros iniciales -El romancero de la novia, Soria- hay aún ecos románticos (de Bécquer, sobre todo) y modernistas, con influjos de Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado. Imagen y Manual de espumas son audaces muestras de creacionismo, de poesía deshumanizada. Un nuevo sesgo origina los Versos humanos. El entusiasmo gongorino de 1927, la barroca Fábula de Equis y Zeda y la Antología poética en honor de Góngora. Esta antología, la de Poesía española (1932) y la dirección de la revista "Carmen" hace de Gerardo Diego uno de los teóricos y promotores, junto a Dámaso Alonso, de la nueva poesía. Ya cultive la más libere, ya la más tradicional, aunque siempre con acento moderno, y cualquiera que sea el tipo de verso elegido, la perfección formal es constante. Gerardo Diego no tiene rival en el dominio del soneto, con el que alcanza altitud cimera en Alondra de verdad, quizá su obra maestra. La técnica y la facilidad de este poeta son tales, que le permiten tocar con igual acierto los temas más graves -por ejemplo, el religioso, poco cultivado en su época: Viacrucis, Versos divinos- y lo más ligeros, como el tema de los toros: La suerte o la muerte. El propio Gerardo Diego nos explicó su polifacética disposición: "Yo no soy responsable de que me atraigan simultáneamente el campo y la ciudad, la tradición y el futuro; de que me encante el arte nuevo y me extasíe el antiguo; de que me vuelva loco el capricho de volver a hacérmela -nueva- para mi uso personal e intransferible". Que una producción de tan sostenido nivel de belleza sea compatible con una rica fecundidad es testimonio seguro de que su autor no es sólo un artífice, sino un auténtico poeta.



NOCTURNO


Están todas.
También las que se encienden en las noches de moda.

Nace del cielo tanto humo
que ha oxidado mis ojos.

Son sensibles al tacto las estrellas.
No sé escribir a máquina sin ellas.

Ellas lo saben todo:
graduar el mar febril
y refrescar mi sangre con su nieve infantil.

La noche ha abierto el piano
y yo las digo adiós con la mano.


GERARDO DIEGO ("Manual de espumas").-

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