TIEMPO SOBRE TIEMPO
No cabe esperar que en los charcos se hundan las miserias
de un triste hombre que ha perdido su sombrero
por la inquina tenaz de perdidas calles embarradas.
El lodo se adhiere a la suela de los zapatos y,
coronando el misterio en ciernes de una mirada furtiva,
protagoniza filigranas y otros adverbios.
Vuelve a caer la lluvia, dulce sobre salado y un amargor
desprendido en mañanas tiernas de gotas en los cristales.
No hay tiempo que dure para siempre, extraviado
siguiendo raíles de un ocaso imperfecto, como quien
maneja los hilos de un desorden que galopa
atrincherándose tras el humo de altivas chimeneas.
¿Cuándo vendrá a mí la calidez que aborta brumas
y galopa anhelante para detenerse en mis manos? Así,
como quien no quiere la cosa, he escrito con palabras
ininteligibles el caos que gobierna en mis piernas,
flacas en fuerzas e intenciones, resortes resabiados
que no dan ya más de sí.
¿Cuándo la claridad me hará un hueco
para poder ver más allá de mis razones?, ¿quién osará
detenerme para darme la gravedad de un abrazo seco
y lleno de cenizas?
Todas las verjas están ahora cerradas para mí. Es
domingo y la biblioteca de la soledad me trae
referencias e índices de páginas blancas, mojadas
y raídas por el uso y el llanto,
a la espera de que se me sea concedida mi historia.
Juanjo Cuenca ("Hijos de nadie").-
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