LA TIERRA DIFUSA
Rumiando bostezos por la senda de arena,
van pies descalzos entumecidos y sangrados
en el rompiente.
Los dedos socavan la guarida de lo efímero,
aturdiendo diligentes el vasto jardín
de líquenes sobre las rocas,
arañando espacios y siluetas a la noche.
Acurrucado entre el brezo Yahuad
se despoja de ropa y prejuicios:
desnudo, solo queda la piel y la mirada.
Juanjo Cuenca ("Hijos de nadie").-
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