Y entonces, como lo fue antes,
¿acaso no busco una grieta donde esconderme?,
¿igual que una cama maltrecha?,
¿igual que un nido hecho de jirones de pensamiento,
que comienza a expandirse con un suspiro,
que comienza a evadirse,
en un recodo que canta tras la ventana
                    de reflejos impolutos?,
donde guardan todas las ventanas
la veraz e intrínseca levedad de ser ventana,
y no poder vivir como la carne,
vivir en la carne
donde estamos aprendiendo a golpe de roce
a vivir desgajadamente como dos últimos dioses,
ese vivir indómito que nos colorea las mejillas
en esta clase donde ya no hay voces
que recuerden y recuerden y recuerden.


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Del poemario "La mirada fingida", de Juanjo Cuenca.-