DISPERSIONES

DISPERSIONES

viernes, 6 de diciembre de 2013



Aún nos restarían dos largos años,
dos años insípidos y muertos en el calendario,
en los que no sabría de ti sino de oídas,
y el respirar se me quedó hibernado de tanto
frío que cabía en mi cuerpo,
frío que resbalaba por la espalda para crear un páramo
                    sin luz
que aprendí a herir con mis ojos
elevando el desconcierto hasta el tamaño de un  bolsillo;
aún nos restarían todas las horas, todas las miserias;
aún nos restarían cada uno de los rincones,
cada uno de los bostezos que nos caben entre las costuras
de este saco de llanto, cuyo sabor agridulce, acabado y
                    primigenio,
nos habría de envolver, nos habría de envolver lento
                    segundo a segundo,
aproximándose y limando
cada uno de estos rudos huesos,
y es seguro lo único que  nos resta;
y ahora nos hemos reunido por el óbice,
y hemos apartado a dentelladas toda la pereza que nos quedaba,
y aunque pudiera,
y aunque puedo pintarte,
no quisiera gastarte antes de tiempo para luego tener que
                    inventarte,
como un camino necio por explorar en la boca de un todo
que me trae sucesivamente, sencillamente, el ingenuo
dolor de los desesperados, y siempre tuve
algo que explorar dentro tuyo, un recelo antiguo
que te ataba a las puertas que no se abrían
                                                            mientras deambulo
cada vez más perdido en la oploteca donde guardas,
                    cada vez más dormida,
la cerúlea invasión de tu lengua que dulce camina
                    hasta este recodo
donde me pierdo,
en el itinerario total de este cuerpo
que ya me se de memoria,
que es memoria en sí mismo desde
                   el momento que lo estoy pensando
para volarnos tímidamente a donde empieza
el único resquemor que discurre en el hombre;
pero es cierto,
inevitablemente cierto que todo empieza
a expandirse,
a alejarse batiendo alas tras los acordes
de una voz perpetua,
de un alma ínfima y destartalada
y viejísima,
y el sonrojado recuerdo de un silencio tierno
nos encuentra dormitando el uno
                                                            después del otro
en un abrazo inmisericorde
                    igual que la baba esparce esencias
sobre los lánguidos días de tus noches.


                                                                       .........../////..........



Del poemario "La mirada fingida", de Juanjo Cuenca.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario