DISPERSIONES

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viernes, 17 de febrero de 2017

CICLO POESÍA ESPAÑOLA DE LA POSGUERRA







      La poesía española posterior a la Guerra Civil, como el resto de géneros, se caracteriza por una ruptura con el pasado cultural y literario anterior a la guerra. A esta situación se añaden cuatro circunstancias que contribuyen a crear un vacío literario en la lírica de posguerra:
  • La muerte de poetas representativos de generaciones anteriores; Antonio Machado, García Lorca, Miguel Hernández y Miguel de Unamuno.
  • La cárcel y una rígida censura, sobre todo en la década de los años cuarenta.
  • El exilio de poetas como J. Ramón Jiménez y gran parte de los miembros del grupo poético del 27.
  • La publicación y la divulgación de la poesía a través de revistas y antologías sólo para un público minoritario.
      A pesar de este panorama desolador, la lírica se convierte en el género literario más creativo de la posguerra, con numerosas corrientes poéticas.





BLAS DE OTERO

      Blas de Otero (1916-1979), poeta nacido en Bilbao (País Vasco) en el seno de una familia de la acomodada clase media vizcaína, es uno de los más representativos e influyentes de la posguerra española.
      Estudió en los jesuitas. En la Universidad Central de Madrid cursó estudios superiores de Leyes, carrera que culminó en la Universidad de Valladolid.
      Vivió en Barcelona y, años después, viajó por el extranjero. Se asentó durante una temporada en París, donde frecuentó los foros intelectuales de la capital gala y entró en contacto con el pensamiento político de izquierdas.
OBRA POÉTICA
      El corpus poético de Blas de Otero, no demasiado extenso Su producción poética parte de un acusado sentimiento religioso para adentrarse de lleno en la temática de la poesía social y acabar reclamando un firme compromiso de paz y solidaridad humanas.
      Blas de Otero se mantuvo al margen de grupos literarios y su obra no encaja en etiquetas ni en escuelas. Su poesía está anclada en las claves de las tres tendencias que caracterizan a la poesía española de la posguerra: la religiosa, la desarraigada y la social. Otero siguió un camino muy personal: Evoluciona desde un humanismo cristiano con influencias de la mística del siglo XVI hacia una postura social-política, pasando por una dolorosa etapa de angustia metafísica.
      En la poesía de Otero oímos el grito desgarrado, expresado de forma concisa. Su ritmo es crispado, la estructura sintáctica es próxima a la coloquial. Rasgo principal de su poesía es una directa y tajante sinceridad. Su canto es protesta y lucha. Su vida parece un vivir muriendo en seca búsqueda estéril: “Manos de Dios hundidas en mi muerte”.
      Se repite en su poesía la imagen de la vida como un despeñadero irremediable hacia la muerte, evocada a través de palabras como “cantil” (sitio o lugar que forma escalón en la costa o en el fondo del mar. Borde de un despeñadero).
      De la búsqueda apasionada e infructuosa de Dios pasa el poeta a la presencia irremediable de la muerte, a la expresión desolada de su soledad, para la que no existe remedio ni siquiera con el amor humano. La muerte es el centro de la vida, la vida es una muerte progresiva, es vivir muriendo. Posición nihilista y existencialista clara en muchos poemas.
      Su obra posterior a esta etapa nos muestra, sin embargo, al poeta que lucha contra la muerte por la vida. Canta airado, iracundo la condición humana, el ser-para-la-muerte, en tonos que recuerdan a Francisco de Quevedo, pero su actitud final es vitalista, en lucha contra la muerte.
     Blas de Otero fue un maestro de la poesía social comprometida de finales de los 40 y 50. Su poesía es una respuesta ética y humana a la situación social de la España de entonces. El lenguaje de Otero es crispado y áspero, pero siempre de una gran fuerza expresiva. El contenido de sus versos recuerdan a Miguel de Unamuno (1864-1936). 


UN RELÁMPAGO APENAS

       Voz de lo negro en ámbito cerrado
ahoga al hombre por dentro contra un muro
de soledad, y el sordo son oscuro
se oye del corazón parado.
Doble el silencio a muerto vivo, airado,
furioso de ser muerto prematuro,
en pie en lo negro apuñalado, puro
cadáver interior apuntalado.
Y el muerto sigue en él, como si nada
más que nacer hubiese sucedido.
Besas como su fueses a comerme.

Besas besos de mar. A dentelladas.
Las manos en mis sienes y abismadas
nuestras miradas. Yo, sin lucha, inerme,
me declaro vencido, si vencerme
es ver en ti mis manos maniatadas.
Besas besos de Dios. A bocanadas
bebes mi vida. Sorbes, sin dolerme,
tiras de mi raíz, subes mi muerte
a flor de labio. Y, luego, mimadora,
la brizas y la rozas con tu beso.
Oh Dios, oh Dios, oh Dios, si para verte
bastara un beso, un beso que se llora
después, porque, ¡oh, por qué! no basta eso.

BLAS DE OTERO ("Redoble de conciencia").-



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