LA TREGUA DE LA VIDA
Es fácil acariciar la libertad
y la razón de ser de nuestra huida:
saciar el hambre y hacer jirones
la levedad de lo acontecido.
Quizá siempre nos agolpemos huyendo
de algo, languideciendo con la humedad
de espaldas mojadas y dientes perfectos.
Pero para llegar hasta este regreso
habrían de sumarse manos invisibles
y taciturnas.
O macerar las lágrimas para que duelan menos.
Juanjo Cuenca ("Hijos de nadie").-
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