DISPERSIONES

DISPERSIONES

domingo, 1 de diciembre de 2013



Y yo vaticinaba que estaba perdido muy a mi gusto,
elevándola casi por encima de todas las frases,
y el reloj, inmediato, gritó:
                       
                                                            Hoy ya es demasiado pronto:
                                                            son las dos menos cuarto

Y me volví invisible. Caminé como una gota,
como un atisbo moreno de azúcar de caña,
y retrocedí medio paso
para abarcarla toda entera dentro de un suspiro,
toda menos un resquicio de grietas hondas pernoctando
bajo una boca limpia que desdecía;
y descubrí que era inmenso el dolor en su risa o en su sueño,
que su mirada era oscura y agasajante hasta el fondo
y sobrevolando la mirada como en un quejido
que derramaba solemne entre sus miedos, que derrochaba
                    terca entre sus miedos,
lo mismo que un perro que se aleja
y que se escabulle, después, entre la niebla.
Y me volví invisible. Y aprendí que siendo invisible
tocaba la hierba con las manos, toda
                    la hierba,
toda la miseria, igual que un llanto que se
                    vierte despacio,
y descubrí que el sol aparecía desdibujado
y un poco más frío que el timbre de su puerta,
que la belleza que es la llave del Universo,
que la belleza con que la mirada abatida caía exhausta
                     a mis pies.

                                                            ¿Recuerdas?.
                                                            Era invisible.

Y el mundo enmudecía con la tristeza infinita y
                    descaradanebte absurda de sus ojos,
y el mundo enmedecía a tu paso y hacia el rincón
de un tesoro encontrado,
que, al hallarse, resplandece, a borbotones, en silencio;
hacia el rincón del tiempo que fue nuestro
                     entero,
y, entonces,
ya sólo es un mundo a medias,
esbozado y difuso y emisario de
un estallido en la garganta, frío, estallando por vez primera.

                                                            ¿Eras invisible?.
                                                            Quizás fuera que aún no estabas terminado...

Y como iba poco a poco gozándote; surcándote
                    poco a poco y emergiendo a tu lado,
y como iban despacio todos los te quiero cabalgando
sobre el mundo,
yo renegué de todas las dudas,
y empapándote luego
te coroné desde entonces,
te coroné, desde entonces, con el peso muerto de mis
                    desdichas.


                                                                                 ........///////........




Del poemario "La mirada fingida", de Juanjo Cuenca.-

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