DISPERSIONES

DISPERSIONES

miércoles, 11 de diciembre de 2013



Y como llega todo, hasta lo más cotidiano, llegó
                    el deshielo,
y el día aquel, también llegó con un vestido
de espuma blanca y rizada que te cubría el cuerpo,
porque eras como una ola inmensa arrasando
                    nada a tu paso,
porque... brillabas toda,
te elevabas en el aire desde el suelo,
te elevabas hasta la puerta
donde te esperaba el anhelo como un caramelo de
                    limón en la boca de un niño,
brillabas toda
cegando una a una todas las miradas que te conjuraban,
y,
avanzando segura,
segura de todo, segura de mí y por mí entonces,
apoyaste la mano en la piedra antigua para colocarte
las flores que te olían,
las flores que te olían en el pelo y
en los labios,
caminando luego hasta lo alto para decir una palabra
tranquila, y la voz se me quebró por dentro
cosida a mi pecho tras las verdades que no han sido dichas,
y meciéndose despacio por el peso de la tarde
que no acababa de cerrarse,
que no paraba de cerrarse sobre toda tú,
que no acababa de regalarme
el don precioso de la duda, el don de la belleza
de ese instante de septiembre,
y me decías sin hablarme,
y me dices como un presagio de lluvia fecunda y
venidera,
lleno de vigilias, llantos y chupetes,
y para que el reloj de nuestros cuerpos sonara en perfecta
                    armonía
como el mecanismo de un tiovivo itinerante;
y ahora te has convertido en almacén,
y convirtiéndote en almacén
has reunido todo para saciarte,
y ahora sigues convirtiéndote en el fuego que ha de quemar
                    suicida
toda la herencia de nuestros pecados;
y aprovisionarás el muelle de corazones anhelantes,
o aletearás ingenua,
suplicando a media voz una carta que jamás fue escrita
                    ni imaginada
para otorgar la duda como bandera,
y rezarás callada, supurando condescendencia, para arrebatar
                   el hambre y los miedos,
para sugerir un verano cálido de brisa y salamanquesas,
para sugerir un verano tibio,
para sugerir...;
y traerás, llena de mirada en labrantía, un pleito,
un desgarro profundo
como el alarido premonitorio de los muertos antes
                   de entrar en el quirófano,
y doblarás la espalda recogiendo años como quien recoge naranjas,
y doblarás todos los años,
y doblarás un poco más si cabe para que nada te impida
                   guardarte el rencor en los bolsillos,
invadiendo las aceras con un reproche.


                                                                      ........////////........



Del poemario "La mirada fingida", de Juanjo Cuenca.-

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