DISPERSIONES

jueves, 12 de diciembre de 2013
Ahora que han pasado los años,
ahora que unas pocas canciones arden en nuestros corazones
y los presagios vaticinan la caída de los dioses,
ahora que me miras diferente,
necesito amar despacio, necesito amar despacio: el pudor
quedó reunido,
quedó reunido en un solo hueco transitorio
donde el aire se sufre con un olor prematuro
de derrota;
igual que el efímero soliloquio, el íntimo soliloquio
que nutre la voz de un vendedor ambulante,
igual que el efímero soliloquio de aquel que canta
en el metro,
igual que el efímero soliloquio de los locos
y desvariados,
y quiero seguir amando con todas las certezas
porque no hay mayor certeza que el amor
que no tiene nombre.
Has de saber que en la vida todo tiene su propósito,
la intención y la causa, la querencia y el desprecio,
porque ahora debo decirte,
debo acompañarte, aunque sea durante un trecho,
para resarcirnos con la bendición
de un todo impío y mohoso;
debo acompañarte, si es preciso a ningún lado,
hasta que termine convirtiéndome en humo o en lluvia,
pero el amor es certeza,
es lo único que queda,
el miedo, la fiebre, los días,
aquello que nos brota de muy adentro,
aquello que nos brota, o no brota, detrás de los
cuerpos cansados,
cede sus impulsos ante su magnificencia y se vacía
de razones y telarañas,
y se vacía de razones,
ante el motor del mundo.
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Del poemario "La mirada fingida", de Juanjo Cuenca.-
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