Adivina el horizonte entre musgos
que nacen de una piel indulgente:
y amenaza con lanzar tu cebo
de ira
donde un vaso de leche empapa
tableros de ajedrez y sillas;
malsana es la ponzoña de viejos
castillos que descubres en tu frente
y descuidas voces, y barcos y analgésicos
de superficie rosada.
Y dime: no me obligues a preguntarte
y que no me digas tu nombre.
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