DISPERSIONES

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sábado, 13 de febrero de 2016

CICLO POESÍA DE TERROR







Decir adiós no es algo sencillo, y más aún cuando el motivo de la separación es algo tan irreversible como la muerte. Peor aún es intentar que ese mismo adiós adquiera las proporciones del arte, de manera que aunque el dolor de la separación sea eterno, la poesía y el lamento que la forjaron también se extiendan a través de la alfombra del tiempo. Un poema para un adiós, o mejor dicho, un poema para decir adiós, es una tarea tan sublime como poco práctica. Casualmente, estos son los únicos ingredientes esenciales del arte. Dentro de nuestra pequeña sección de poemas fúnebres ya hemos visto algunos ejemplos de esto, aunque pocos de ellos pueden compararse con esta nostálgica y magistral despedida de Oscar Wilde.



REQUIESCAT


Lean apaciblemente: Ella está cerca,
debajo de la nieve.
Hablen suavemente: Ella puede oír
a las margaritas crecer.
Todo su brillante cabello dorado
en lóbrego óxido se ha empañado,
ella, que era joven y encantadora
ha caído bajo un manto polvo.
Hermana de las Lilas,
blanca como la nieve,
ella apenas sabía
que era hermosa,
por lo que dulcemente creció.
El sarcófago es tu hogar,
una pesada lápida
yace sobre tu seno,
mientras en soledad lamento
que tu descanso sea eterno.
Paz, paz;ella no puede oír
el canto de la lira
o el fervor de un soneto,
mi vida ha sido enterrada aquí,
la tierra descansa sobre ella.


OSCAR WILDE.-

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