EN LA ORILLA
No hay doctrina que muestre la convicción total
de un halo desgastado;
ni siquiera el don de la presunción
ha volatizado el miedo ralentizado y vulnerable
que demoniza atardeceres sobre la calima.
El chillido de gaviotas famélicas
revienta puertas, playas y locuras,
mas en la pluma nívea titubea
la emoción parda de un viento asesino
y brutal
relegado a empujar barcas y corazones.
Calmo yace el hombre en la orilla.
Lame sus pies la espuma blanca.
Juanjo Cuenca ("Hijos de nadie").-
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