¡NO ME TOQUES EL FACEBOOK!
Cuando
hace unos días mi hija de 12 años se plantó frente a mí y me dijo: “papá, si me
necesitas para algo estoy en mi habitación. Es que he quedado”, no pude por
menos que echarme a reír por lo bajini, con una risita floja que variaba entre
el estupor y el escepticismo. Entonces recordé con nostalgia cuando yo tenía su
misma edad y también quedaba con mis amigos. En la calle, claro. O en algún
portal o en la casa de algún compañero para charlar un rato y gorronear la
merienda. Ya está. No había más misterio. Pero la proliferación en estos
tiempos que corren de las llamadas Redes Sociales ha dado un giro radical al
concepto de relacionarse. Y de paso, nos ha relegado a algunos al mismísimo
Pleistoceno.
Nos
guste o no, no queda más remedio que rendirse a las evidencias… y a las nuevas
tecnologías. Todo se mueve en torno a Internet, Facebook, Tuenti, Twitter… Todo
el mundo conoce todo de todo el mundo: no hay secretos, intimidad ni descanso.
Y si se nos avería el ordenador (Dios no lo quiera), quizás aguantemos un par
de días sin “conectarnos”, sin mirar el correo electrónico o sin chatear con
alguien. Pero sólo un par de días, tres a lo sumo. Después de este tiempo sin
sentir bajo las yemas de los dedos el suave y conocido tacto del teclado de
nuestro PC, comienza en nosotros una transformación que ya quisieran para sí
los mutantes de X-MEN: picores varios, sudores, irritabilidad y un acuciado don
de la ubicuidad para estar casi a la vez en la casa del primo, vecino o amigo,
en un intenso periplo buscando donde conectarnos. Porque ya no sabemos, podemos
ni queremos vivir sin las comodidades que nos brinda la tecnología. Porque es
muy difícil renunciar al placer que produce estar “hablando” a la vez y en
tiempo real con varias personas tan distantes en el espacio entre sí como una
cabra montés y una tortuga de las Galápagos.
Y
volviendo a los hijos, a día de hoy ya no nos resulta extraño que no sepan lo
que es escribir una carta con su papelito, su sobrecito y su sello como Dios
manda, o que para descifrar lo que garabatean en sus “twitters”, correos
electrónico y demás mensajes en la Red, donde brillan por su ausencia letras e
incluso palabras enteras, necesitemos poco más o menos que a un equipo del
C.S.I. Tampoco los castigos que les infringimos cuando han sacado los pies del
tiesto son los mismos. Si antes se portaban mal, nos bastaba con amenazarlos
sin tele o sin salir a la calle. Ahora eso no vale: ni les interesa lo más
mínimo la caja tonta ni necesitan salir al exterior para realizarse y ver
mundo. Pero probad a amenazarlos sin su ración diaria de Internet y para ellos
será peor que un cataclismo que parece hundirles en la más negra de las
miserias.
Vaya,
ahora tengo que dejarles. Me acabo de dar cuenta de que en mi Blackberry tengo
un aviso de un mensaje entrante vía Facebook. Y es que ya no recordaba de que
había quedado…
Juanjo
Cuenca
No hay comentarios:
Publicar un comentario