DISPERSIONES

DISPERSIONES

martes, 3 de mayo de 2016

POESÍA LATINOAMERICANA







LENGUA MATERNA




La mirada sueña su ser sin ser cierto.
Nada imprescindible es inversamente
proporcional: el uso sacia lo silvestre,
el empolvado a la par de la apariencia.
Hace un rato, y en el país aún paisaje.
Las palabras preguntan por las cosas
en lo que no podrían responder, ¿y si
lo son? Abruma un deslumbramiento,
y dentro de la casa casi una situación;
la casa, ese espejo para pecar después.
Todo lo nuevo tendrá redor de urracas,
librada membrana adonde despertarse.
Corre a sus ansias una visión valiente:
el río sagrado en lugar de los hogares,
la velocidad del oro en aras del viento.
Entre tanto el árbol del tabú osó pasar
azares por las montañas nunca únicas,
pasó el pulso del papiro a la memoria
al morir la hora entre la ausencia y un
espesor infinito: algo todavía por ipar
y pare al alba el hábitat la sílfide feliz.
Raspa por el paisaje lo que no es poca
cosa y la costumbre de obrar en breve.
Ya el tiempo o regresa la idea a su lid,
regla grave para agregar a los agüeros.
Dentro del austro otro estruendo traerá.
Entre aún y ya pasaron varias semanas,
queda para el domingo lo interminable,
la forma cuyo perfume fue el resultado.
Y azores a su rezo cuando pueden más.
Todo plan será mientras el aura ocurra,
rápido rasgando la suerte de herraduras
cuando a ras la siembra reciente roza al
sauce en los cielos pero sin nunca serlo:
nada simple es similar a la próxima vez.
¿O ha de ser el infinito, puro fin, de qué
y qué ha sido del silencio al asomar ahí?
Tilos, hielo, años de ñandubay como va
único el corazón del agua al darles caza.
Va por tal porvenir el dorado anuro, va
la paja al pico en su pájaro, gira airado,
a lo invencible viaja antes de saber esto.
Cimas, alma para no dejar de parecerse,
tanto está donde debería, que ya lo está.
Mundo de madréporas, de mirar encima
la misma similitud de lirio al huir vacío.
Son sus árboles, su felicidad de adelfos
contra la forma que en el fondo viajara,
árboles a variar con la voluntad del aire.
Por iguales que altos sean, los sequoias
contarán la nunca encontrada eternidad,
duración entre las hiedras al distraerlas
si para serlo pierden la herencia sideral.
Altura callada, hada del más dócil nido:
su horario al azorar será igual que antes.
Allí la viscosidad con tal labor de labios
volviendo avizorados al bezo van a dar.
Lingua, ingles, enarque de tener dinero
siempre y cuando en el precio aprenda.
Es por eso de pagarle a la belleza lares.
Pero no todo embellecimiento hablará
de lo oblicuo en la arboleda: el bosque
bañado de vencejos, da el visto bueno;
está el luna para que luego la explique.
En la gema del ojo grazna lo agrietado.
Dentro, lo que no es nada, deja de ser.


EDUARDO ESPINA (Uruguay, 1954).-

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